27 julio 2022

De Álvaro Cunqueiro, EL CABALLERO, LA MUERTE Y EL DIABLO

 EL CABALLERO, LA MUERTE Y EL DIABLO

Antes de llegar a las ruinas del puente viejo, el río se parte en dos brazos: uno angosto y profundo y otro ancho y lodanero. Entre ambos, una lengua de arena negruzca y piedra rodada hace de isla. Cabe el pilar del puente que se asienta en ella vegeta un tejo, un solitario antiguo y rugoso, en cuyo tronco retorcido se abren grietas negras y húmedas. En abril le brotan hojas verdinegras, y en los meses de estío, bajo el entramado de su corona puntiaguda, se goza de una sombra fresca.

Paréceme que el tejo pasa ya de los mil años, a juzgar por la guinda que presenta. Entre sus raíces medran herbazas y pan del diablo, que forman, con los mazorros de espadaña colorada y las matas de cardosa, toda la flora de la isla. En invierno, cuando el río va creciendo, visitan la isla los busardos, que gustan de grandes y pausados vuelos y que por veces recuerdan los mascatos atlánticos, cuando se dejan caer desde las grises nubes a las oscuras aguas del Osar para tronzar con su pico de hierro la presa apetecida. A la isla le llaman la Salgueira. El puente lo quebraron los años, que se llevaron los arcos, ayudados de las riadas. Sólo quedaban, siendo yo rapaz, dos en extraño equilibrio y tres o cuatro muñones de pilares. Los viajeros que no querían bajar hasta Candás, cruzaban el río en la barca: una chalana remendada, despintada, sin nombre y que, no obstante, por ser la primera barca que vi sobre el agua, me parecía una hermosura. El barquero se pasaba las horas en la taberna de la Cruz; esperando viajes, la mano en el vaso, dormitaba siempre. Era un hombre a la vez melancólico y fantástico. Le llamaban Felipe de Amancia. De sus labios supe estas historias que hoy cuento. Hacíamos siesta juntos en la Salgueira, por los calores de agosto, a la sombra del tejo y al acuno del cantar del río.


Álvaro Cunqueiro

Flores del año mil y pico de ave

Mariposa

mariposa

26 julio 2022

De Íñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana la primera serranilla

Serranilla I

I

Serranillas de Moncayo,

Dios vos dé buen año entero,

pues de muy torpe lacayo

faríades caballero.

II

5Ya se pasaba el verano,

al tiempo que uno se apaña,

con la ropa a la tajaña,

encima de Vozmediano;

vi serrana sin argayo

10andar al pie del otero

más clara que sale en Mayo

el alba ni su lucero.

III

Díjele: Dios nos mantenga,

serrana de buen donaire.

15Respondió como en desgaire:

¡Ay!, que en hora buena venga

aquel que para San Payo

desta irá mi prisionero.

Y vino a mí, como un rayo,

20diciendo: Preso, montero.

IV

Díjele: Non me matedes,

serrana, sin ser oído;

pues yo no soy del partido

de esos por quien vos lo avedes,

25aunque me vedes tal sayo,

en Agreda soy frontero

y no me llaman Pelayo,

aunque me vedes señero.

V

Desque oyó lo que decía

30dijo: Perdonad, amigo;

mas folgad ora conmigo,

y dejad la montería.

A este zurrón que trayo

quered ser mi parcionero,

35pues me falleció Mingayo,

que era conmigo ovejero.

FINIDA

Entre Torellas y el Payo

pasaremos el Febrero.

Díjele: De tal ensayo,

40serrana, soy placentero.


Íñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana

Serranillas, canciones y decires

Mariposa

mariposa