12 marzo 2021

12 de marzo

Ante esta situación, leemos que su majestad Carlos II de Inglaterra, quien, si bien Defensor de la Fe, era un consumado gandul y jaranero monarca, solucionó toda la cuestión con un garabato de su pluma, mediante el cual regaló una gran extensión de Norteamérica, incluida la provincia de Nuevos Países Bajos, a su hermano, el duque de York: una donación verdaderamente fiel a sus obligaciones, pues solo los grandes monarcas tienen derecho a entregar lo que no les pertenece.

Para que este munífico presente no fuera meramente nominal, su majestad ordenó el 12 de marzo de 1664 la preparación inmediata de un gallardo ejército para invadir la ciudad de Nueva Ámsterdam por mar y tierra y de este modo situar a su hermano en completo dominio de sus propiedades.

Esta es la crítica situación que afrontaban los habitantes de Nuevos Países Bajos. Los honrados burgueses, lejos de concebir el peligro que enfrentan sus intereses, se encuentran tranquilamente fumando sus pipas sin pensar en nada en absoluto; el consejo privado del gobernador ronca en este momento en total quorum, como si se tratara del zumbido de quinientas gaitas; mientras que el activo Pieter, quien asume todo el esfuerzo de pensar y actuar sobre sus hombros, afanosamente trata de hallar el modo de llevar a buen término las relaciones con el gran consejo de los anfictiones. Mientras tanto, un feroz nubarrón frunce oscuro el ceño en el horizonte: pronto estallará en el mismo rostro de estos amodorrados neerlandeses y pondrá a prueba por completo la valentía de su resuelto gobernador.

Sin embargo, suceda lo que suceda, comprometo aquí mi veracidad a que en todos los conflictos bélicos y sutiles confusiones se desenvolverá Pedro el Testarudo con el gallardo porte e inmaculado honor de un obstinado caballero de mente noble de los viejos tiempos. ¡A la carga, pues! ¡Brillen propicias estrellas sobre la renombrada ciudad de Manhattoes y que las bendiciones de san Nicolás estén contigo, honrado Pieter Stuyvesant!

Washington Irving
Una historia de Nueva York

Esta no es una historia cualquiera.
En 1809, un anciano caballero que responde al nombre de Diedrich Knickerbocker desaparece del hotel en el que se hospedaba, dejando en su habitación un par de alforjas que contienen un montón de hojas manuscritas. Ante la imposibilidad de dar con su paradero, los dueños del hotel envían una nota de aviso a varios diarios con la esperanza de que alguien les ayude a encontrarlo, pues se teme por su salud mental y, además, se ha marchado sin saldar su cuenta. Es probable que por ello se vean obligados a vender el curioso legajo de las alforjas para su publicación.
Y así sucedió, y el presente libro cosechó un gran éxito entre los lectores de la época, quienes no supieron hasta más adelante que nunca existieron tales hospederos y jamás vivió tal historiador: tras Knickerbocker se esconde el magistral Washington Irving, en una singular y amena obra que nos lleva a los orígenes de la ciudad de Nueva York. Como señala el propio Irving en su epílogo, «quedé sorprendido al descubrir el escaso número de mis conciudadanos que eran conscientes de que Nueva York había sido con antelación Nueva Ámsterdam, que habían oído los nombres de sus primeros gobernadores neerlandeses». Un relato que verdaderamente hizo historia.


Vistas de Gijón

Vistas de Gijón

11 marzo 2021

11 de marzo

Port Blair
Islas Andamán
Imperio británico

11 de marzo de 1906

Querida Amelia:

Anoche, en la cárcel, hubo un intento de fuga y se desató un pequeño motín. Es muy raro que ocurra. Murieron tres presos, pero unos cuantos consiguieron escapar. Así que se ha impuesto un toque de queda de veinticuatro horas en la ciudad: es la hora de comer y sin embargo aquí estoy, en casa, escribiendo esta carta que te debo desde hace tiempo.

Todo va bien. Estoy mucho mejor de la pierna (el doctor Klein está muy satisfecho, aunque llevo bastón..., lo que queda elegantísimo) y, poco a poco, la nueva tribu que hemos descubierto se está volviendo servicial. El administrador británico, el coronel Ticknell, me ayuda mucho. «Sus deseos son órdenes, señorita Arbogast —me dice—. No tenga reparo en pedirme nada, aunque sea una pequeñez». Y no, no tengo ningún reparo (ya me conoces). Se me ha ofrecido de todo: medios de transporte, porteadores, correo diplomático... y hasta un arma de fuego. Sospecho que el coronel tiene debilidad por mí y cree poder conquistarme con su solicitud. Supongo que no hay nada de malo en pensarlo. Me llamarás lagarta, taimada, pero aquí no queda más remedio.

Además, mirabile dictu, alguien ha contestado al anuncio que puse en el diario local y que yo misma me ocupé de fijar en la pared de la oficina de correos. ¡Por fin tengo un nuevo asistente!

Un policía está llamando a la puerta. Me parece que ha terminado el toque de queda. Te volveré a escribir más tarde.

Te saluda, como siempre con cariño, tu hermana,

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P. D.: Por cierto, el nuevo asistente es un escocés joven y espigado. Tiene unos treinta y cinco años y se llama Brodie Moncur.

William Boyd
El amor es ciego

Ambientada a finales del siglo XIX, El amor es ciego sigue la suerte de Brodie Moncur, un joven músico que está a punto de embarcarse en la historia de su vida. Brodie recibe la oferta de un trabajo en París, oportunidad que aprovecha para huir de Edimburgo y del rigor de su familia. Así arranca una peripecia incontenible: un fatídico encuentro con un famoso pianista cambia su futuro y desata una obsesión amorosa con una bella soprano rusa, Lika Blum, a la que sigue a través de las capitales de una Europa convulsa. El amor de Brodie por Lika y sus peligrosas consecuencias lo acechan en una era de cambios abrumadores, en el salto convulso entre dos siglos.

El amor es ciego es la nueva y arrolladora novela de William Boyd: una vertiginosa historia de pasión y venganza; una novela acerca del esfuerzo artístico y las ilusiones que genera; acerca de todas las posibilidades que la vida puede ofrecer y arrebatar. Una novela magistral de uno de los narradores más sólidos y reconocidos de la actualidad.

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Enamorarse es una aventura que carece de lógica: el único fenómeno que sentimos la tentación de calificar de sobrenatural en un mundo como el nuestro, tan razonable y anodino. El efecto no guarda proporción alguna con la causa. ROBERT LOUIS STEVENSON, Virginibus Puerisque

Ver, mirar

ver y mirar