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02 enero 2022

2 de enero

18. En Leconfield House habían bajado los termostatos hasta 15°, dos grados menos que en otros departamentos del gobierno, con el fin de dar ejemplo. Trabajábamos con abrigos y mitones, y algunas de las chicas más pudientes llevaban los gorros de lana con pompones de sus vacaciones de esquí. Nos entregaron cuadrados de fieltro para colocarlos debajo de los pies contra el frío que subía del suelo. La mejor manera de calentarnos las manos era teclear continuamente. Ahora que los conductores de trenes estaban en huelga de horas extraordinarias para apoyar a los mineros, se calculaba que las centrales eléctricas podrían quedarse sin carbón hacia finales de enero, cuando se agotara el dinero del país. En Uganda, Idi Amin estaba organizando una colecta y ofrecía un camión lleno de verduras a los antiguos y afligidos amos coloniales, siempre que la RAF se molestara en ir a recogerlo.
Me esperaba una carta de Tom en Camden cuando volví de casa de mis padres. Iba a pedir prestado el coche de su padre para llevar a Laura de vuelta a Bristol. No sería fácil. Ella había dicho a la familia que quería llevarse a los niños. Hubo escenas de gritos alrededor del pavo navideño. Pero el hostal sólo aceptaba adultos y Laura, como de costumbre, no estaba en condiciones de cuidar a sus hijos.

02 enero 2021

2 de enero

Ariel ha reclinado el asiento y trata de dormir. En la zona de preferente el espacio es amplio y a su lado un hombre de traje lee la prensa económica color salmón mientras bebe a sorbitos un jerez. Como en la ida, el pasaje va repleto de familias instaladas en España que han vuelto a Argentina por Navidad. En la fila de acceso al avión se mezclaban publicitarios, profesores universitarios, cierta burguesía, con viajeros más humildes con grandes bolsas y gesto de tensión cuando han de mostrar el pasaporte. Es día 2 de enero y el principio de año siempre establece una especie de esperanza generalizada, como una página en blanco. 

En la última fila de preferente, estirado cuan largo es, con antifaz en los ojos, entre ronquidos estruendosos, duerme Humberto Hernán Panzeroni, portero de un equipo andaluz que vino a saludar efusivo a Ariel al coincidir en el vuelo. 

Humberto es grande, veterano de la liga española, donde lleva casi seis años. Llegó a ser tercer portero de la selección en los pasados Mundiales. Se sentó en el brazo del asiento de Ariel para hablarle y cada vez que cruzaba a su lado una azafata se volvía, no se sabía muy bien si para facilitarle el paso o para cortejarla. Odio viajar en primera, acá mandan a las azafatas veteranas, las más tiernitas van en turista, el mundo al revés. Tenía un incisivo de un blanco distinto al resto de la dentadura y Ariel recordó que perdió un diente en un choque contra uno de sus defensas, lo vio en la televisión. 

Atrás tengo a la mujer con los tres niños, en primera te sacan un ojo de la cara. Por el bebito que no tiene ni asiento te cobran mil euros. Hablaron un rato de la actualidad de su profesión, del estado del país y luego le anunció que comenzaba a sentir los efectos de las pastillas y se echó a dormir. 

Los días en Buenos Aires han sido intensos y le devolvieron a Ariel todo aquello que echaba de menos. Ha pensado en Sylvia, incluso hablaron por teléfono. Eran las cuatro de la mañana en Buenos Aires y Sylvia recibió la llamada con una mezcla de alegre euforia y nerviosismo.

David Trueba
Saber perder 

Sylvia cumple dieciséis años el día en que comienza esta novela. Para celebrarlo organiza una falsa fiesta que sólo tiene un invitado. Horas después sufrirá un accidente que significará su entrada en la vida adulta. Su padre, Lorenzo, es un hombre separado que trata de superar el abandono de su mujer y el fracaso laboral. Ariel Burano es un joven jugador de fútbol que deja Buenos Aires para fichar por un equipo español. Con su superdotada pierna izquierda, será cuestión de tiempo que el estadio coree su nombre. Y tiempo es lo que no tiene el anciano Leandro, que vive en esa época donde casi todo se derrumba. 

Éstos son los cuatro personajes principales de Saber perder. Con las relaciones entre ellos se trenza un relato de supervivientes, de poderosa pegada narrativa y rico en matices. Una mirada capaz de extraer humor y emoción en cada curva del camino, pero que reivindica, por encima de todo, la maravillosa aventura de vivir.


22 de noviembre

  Deirdre frunció el entrecejo. —No al «Traiga y Compre» de Nochebuena —dijo—. Fue al anterior… al de la Fiesta de la Cosecha. —La Fiesta de...