Una gran época requiere grandes hombres. Existen héroes ignorados, humildes, sin la gloria ni la historia de un Napoleón. El estudio de su carácter ensombrecería incluso la fama de un Alejandro Magno. Hoy podríais encontrar en las calles de Praga a un hombre andrajoso que ignora la importancia de su persona para la historia de la nueva gran época. Él sigue humildemente su camino, no molesta a nadie y tampoco es molestado por las entrevistas de los periodistas. Si le preguntarais cómo se llama, os contestaría sencilla y humildemente: "Me llamo Schwejk..."
Y este hombre tranquilo, humilde y andrajoso es en realidad el viejo, valeroso y heroico soldado Schwejk que antaño, en la época de la soberanía austriaca, se encontraba en la boca de todos los ciudadanos del reino de Bohemia y cuya fama tampoco palidecerá en la República.
A este valeroso soldado yo le tengo mucho cariño y al describir sus aventuras durante la Guerra Mundial estoy convencido de que todos vosotros sentiréis simpatía por ese humilde y desconocido héroe. Él no incendió el templo de la diosa Diana en Éfeso como aquel tonto de Herostrato, para aparecer en los periódicos y en los libros de texto.
Y esto basta.
El autor (Jaroslav Hasek)
Y este hombre tranquilo, humilde y andrajoso es en realidad el viejo, valeroso y heroico soldado Schwejk que antaño, en la época de la soberanía austriaca, se encontraba en la boca de todos los ciudadanos del reino de Bohemia y cuya fama tampoco palidecerá en la República.
A este valeroso soldado yo le tengo mucho cariño y al describir sus aventuras durante la Guerra Mundial estoy convencido de que todos vosotros sentiréis simpatía por ese humilde y desconocido héroe. Él no incendió el templo de la diosa Diana en Éfeso como aquel tonto de Herostrato, para aparecer en los periódicos y en los libros de texto.
Y esto basta.
El autor (Jaroslav Hasek)
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