AMANECER
En aquel cementerio tan minúsculo, antiguo, devastación y yerbas, ni una cruz levantaba ya su sombra, ni nombraba una lápida ya a nadie porque eran todas una fuga de vocales y consonantes: irrisión perfecta.
El cuco estaba en la tapia silencioso, y acaso iba a burlarse de aquel corral de muertos, desvencijada puerta, y las gallinas como mujerucas curiosas y abatidas.
Mas cuando el sol salió, rojo y dorado, de su tálamo un resplandor iluminó el recinto, porque había allí un almendro, y madrugaba, estaba alerta como un centinela.
Su candidez alzaba la memoria completa, y nadie era olvidado en el mundo.
El tiempo de Eurídice (1996) de José Jiménez Lozano (1930 - 2020)