18 enero 2023

TRECE LINEAS (más o menos). 8 de 365

 07.15Gurb abandona la nave por la escotilla 4. Tiempo despejado con ligeros vientos de componente sur; temperatura, 15 grados centígrados; humedad relativa, 56 por ciento; estado de la mar, llana.

07.21Primer contacto con habitante de la zona. Datos recibidos por Gurb: Tamaño del ente individualizado, 170 centímetros; perímetro craneal 57 centímetros; número de ojos, dos; longitud del rabo, 0.00 centímetros (carece de él). El ente se comunica mediante un lenguaje de gran simplicidad estructural, pero de muy compleja sonorización, pues debe articularse mediante el uso de órganos internos. Conceptualización escasísima. Denominación del ente, Lluc Puig i Roig (probable recepción defectuosa o incompleta). Fundación biológica del ente: profesor encargado de cátedra (dedicación exclusiva) en la Universidad Autónoma de Bellaterra. Nivel de mansedumbre, bajo. Dispone de medio de transporte de gran simplicidad estructural, pero de muy complicado manejo denominado Ford Fiesta.

07.23Gurb es invitado por el ente a subir a su medio de transporte. Pide instrucciones. Le ordeno que acepte el ofrecimiento. Objetivo fundamental: no llamar la atención de la fauna autóctona (real y potencial).

07.30Sin noticias de Gurb.

Eduardo Mendoza

Sin noticias de Gurb

Cerastium tomentosum

Cerastium tomentosum

17 enero 2023

TRECE LINEAS (más o menos). 7 de 365

 Cuando llegó el sexto día,
solté una paloma.
La paloma emprendió el vuelo, pero regresó:
no había encontrado donde posarse.
Entonces solté una golondrina.
La golondrina emprendió el vuelo, pero regresó:
no había encontrado lugar donde posarse.
Entonces solté un cuervo.
El cuervo emprendió el vuelo, vio la mengua de las aguas,
corrió, resbaló, croó y no regresó.
Entonces hice que todo saliera, hacia los cuatro vientos,
ofrecí un sacrificio, en la cumbre de la montaña,
preparé siete hogueras para incienso.
En su base amontoné caña, cedro y mirto.
Los dioses percibieron el aroma
y acudieron como una nube de moscas,
rodearon al sacrificador.
Cuando la gran diosa Ishtar llegó,
hizo tintinear sus ricas joyas, obra de Anu, y dijo:
“¡Oh dioses que estáis reunidos aquí:
tan cierto como que nunca me olvido de este collar de lapislázuli,
jamás me olvidaré de estos últimos días!
Que los dioses tomen parte en el sacrificio,
pero que Enlil se mantenga aparte,
porque irreflexivamente, desencadenó el diluvio
y lanzó a mi pueblo a la destrucción”.
Cuando Enlil llegó
y vio la nave
enfurecióse contra los dioses del cielo.
“¿Ha escapado algún alma humana?
¡Ningún hombre ha sobrevivido a la destrucción!”.
Ninurta abrió la boca y dijo:
“¿Quién, excepto Ea, puede formar planes?
Sólo Ea lo sabe todo”.
Ea abrió la boca y dijo
al valiente Enlil:
“¡Oh tú, héroe, tú, el más sabio de los dioses!
¿Cómo pudiste, sin razón, desatar el diluvio?
¡Al pecador castígalo por su pecado
y al transgresor por su transgresión!

La epopeya de Gilgamesh. (EL DILUVIO SUMERIO)
Traducción Georges Contenau/A. E. Speiser/Agustí Bartra.
DE «LA EPOPEYA DE GILGAMESH» (c. 2500 a. C.)

Puente de Toledo

Río Manzanares

16 enero 2023

TRECE LINEAS (más o menos). 6 de 365

 HACE muchos años vivía en Zuchnow un hombre llamado Mendel Singer. Era piadoso, temeroso de Dios y muy sencillo: un judío común y corriente, que ejercía la modesta profesión de maestro. En su casa, que se reducía toda ella a una amplia cocina, enseñaba la Biblia a un grupo de niños. Lo hacía con verdadero celo, pero sin notables resultados. Antes que él, miles de hombres habían vivido y enseñado de la misma manera.
Insignificante como su persona era también su cara pálida. Una barba de un negro común y corriente la enmarcaba, cubriéndole la boca. Sus ojos eran grandes, negros, perezosos y se hallaban semiocultos por los pesados párpados. Siempre llevaba puesta una gorrita de reps de seda negra, ese tejido del que a veces se hacen corbatas de escaso precio y pasadas de moda. Vestía uno de esos caftanes judíos tan comunes en aquella zona y que cubren medio cuerpo, cuyos faldones aleteaban cada vez que Mendel Singer apretaba el paso por las callejuelas, batiendo recia y acompasadamente las cañas de sus altas botas de cuero.
Parecía un hombre más bien falto de tiempo y lleno de quehaceres urgentes. En realidad, su vida era pesada y a veces incluso calamitosa. Debía vestir y alimentar a una mujer y tres niños (ella estaba embarazada del cuarto). Dios sólo había dado fertilidad a su naturaleza, serenidad a su corazón y pobreza a sus manos, que no tenían oro que pesar ni billetes de Banco que contar. Pese a lo cual su vida discurría sin pena ni gloria, como un pobre arroyuelo entre míseras orillas. Cada mañana Mendel agradecía a Dios el sueño que le había dado, el despertar y el día que empezaba. 


Joseph Roth. Job. Romance de un hombre sencillo

Título original: Hiob. Roman eines einfachen Mannes
Joseph Roth, 1930
Traducción: Bernabé Eder Ramos

[TRECE LINEAS (más o menos)]

en Madrid

Río Manzanares

Enriketa ve un fantasma