01 diciembre 2022
30 noviembre 2022
Si tú murieras / Las estrellas a pesar de su lámpara encendida / Perderían el camino / ¿Qué sería del universo?
CANTO II
Mujer el mundo está amueblado por tus ojos
Se hace más alto el cielo en tu presencia
La tierra se prolonga de rosa en rosa
Y el aire se prolonga de paloma en paloma
Al irte dejas una estrella en tu sitio
Dejas caer tus luces como el barco que pasa
Mientras te sigue mi canto embrujado
Como una serpiente fiel y melancólica
Y tú vuelves la cabeza detrás de algún astro
¿Qué combate se libra en el espacio?
Esas lanzas de luz entre planetas
Reflejo de armaduras despiadadas
¿Qué estrella sanguinaria no quiere ceder el paso?
En dónde estás triste noctámbula
Dadora de infinito
Que pasea en el bosque de los sueños
Heme aquí perdido entre mares desiertos
Solo como la pluma que se cae de un pájaro en la noche
Heme aquí en una torre de frío
Abrigado del recuerdo de tus labios marítimos
Del recuerdo de tus complacencias y de tu cabellera
Luminosa y desatada como los ríos de montaña
¿Irías a ser ciega que Dios te dio esas manos?
Te pregunto otra vez
El arco de tus cejas tendido para las armas de los ojos
En la ofensiva alada vencedora segura con orgullos de flor
Te hablan por mí las piedras aporreadas
Te hablan por mí las olas de pájaros sin cielo
Te habla por mí el color de los paisajes sin viento
Te habla por mí el rebaño de ovejas taciturnas
Dormido en tu memoria
Te habla por mí el arroyo descubierto
La yerba sobreviviente atada a la aventura
Aventura de luz y sangre de horizonte
Sin más abrigo que una flor que se apaga
Si hay un poco de viento
Las llanuras se pierden bajo tu gracia frágil
Se pierde el mundo bajo tu andar visible
Pues todo es artificio cuando tú te presentas
Con tu luz peligrosa
Inocente armonía sin fatiga ni olvido
Elemento de lágrima que rueda hacia adentro
Construido de miedo altivo y de silencio.
Haces dudar al tiempo
Y al cielo con instintos de infinito
Lejos de ti todo es mortal
Lanzas la agonía por la tierra humillada de noches
Sólo lo que piensa en ti tiene sabor a eternidad
He aquí tu estrella que pasa
Con tu respiración de fatigas lejanas
Con tus gestos y tu modo de andar
Con el espacio magnetizado que te saluda
Que nos separa con leguas de noche
Sin embargo te advierto que estamos cosidos
A la misma estrella
Estamos cosidos por la misma música tendida
De uno a otro
Por la misma sombra gigante agitada como árbol
Seamos ese pedazo de cielo
Ese trozo en que pasa la aventura misteriosa
La aventura del planeta que estalla en pétalos de sueño
En vano tratarías de evadirte de mi voz
Y de saltar los muros de mis alabanzas
Estamos cosidos por la misma estrella
Estás atada al ruiseñor de las lunas
Que tiene un ritual sagrado en la garganta
Qué me importan los signos de la noche
Y la raíz y el eco funerario que tengan en mi pecho
Qué me importa el enigma luminoso
Los emblemas que alumbran el azar
Y esas islas que viajan por el caos sin destino a mis ojos
Qué me importa ese miedo de flor en el vacío
Qué me importa el nombre de la nada
El nombre del desierto infinito
O de la voluntad o del azar que representan
Y si en ese desierto cada estrella es un deseo de oasis
O banderas de presagio y de muerte
Tengo una atmósfera propia en tu aliento
La fabulosa seguridad de tu mirada con sus constelaciones íntimas
Con su propio lenguaje de semilla
Tu frente luminosa como un anillo de Dios
Más firme que todo en la flora del cielo
Sin torbellinos de universo que se encabrita
Como un caballo a causa de su sombra en el aire
Te pregunto otra vez
¿Irías a ser muda que Dios te dio esos ojos?
Tengo esa voz tuya para toda defensa
Esa voz que sale de ti en latidos de corazón
Esa voz en que cae la eternidad
Y se rompe en pedazos de esferas fosforescentes
¿Qué sería la vida si no hubieras nacido?
Un cometa sin manto muriéndose de frío
Te hallé como una lágrima en un libro olvidado
Con tu nombre sensible desde antes en mi pecho
Tu nombre hecho del ruido de palomas que se vuelan
Traes en ti el recuerdo de otras vidas más altas
De un Dios encontrado en alguna parte
Y al fondo de ti misma recuerdas que eras tú
El pájaro de antaño en la clave del poeta
Sueño en un sueño sumergido
La cabellera que se ata hace el día
La cabellera al desatarse hace la noche
La vida se contempla en el olvido
Sólo viven tus ojos en el mundo
El único sistema planetario sin fatiga
Serena piel anclada en las alturas
Ajena a toda red y estratagema
En su fuerza de luz ensimismada
Detrás de ti la vida siente miedo
Porque eres la profundidad de toda cosa
El mundo deviene majestuoso cuando pasas
Se oyen caer lágrimas del cielo
Y borras en el alma adormecida
La amargura de ser vivo
Se hace liviano el orbe en las espaldas
Mi alegría es oír el ruido del viento en tus cabellos
(Reconozco ese ruido desde lejos)
Cuando las barcas zozobran y el río arrastra troncos de árbol
Eres una lámpara de carne en la tormenta
Con los cabellos a todo viento
Tus cabellos donde el sol va a buscar sus mejores sueños
Mi alegría es mirarte solitaria en el diván del mundo
Como la mano de una princesa soñolienta
Con tus ojos que evocan un piano de olores
Una bebida de paroxismos
Una flor que está dejando de perfumar
Tus ojos hipnotizan la soledad
Como la rueda que sigue girando después de la catástrofe
Mi alegría es mirarte cuando escuchas
Ese rayo de luz que camina hacia el fondo del agua
Y te quedas suspensa largo rato
Tantas estrellas pasadas por el harnero del mar
Nada tiene entonces semejante emoción
Ni un mástil pidiendo viento
Ni un aeroplano ciego palpando el infinito
Ni la paloma demacrada dormida sobre un lamento
Ni el arco-iris con las alas selladas
Más bello que la parábola de un verso
La parábola tendida en puente nocturno de alma a alma
Nacida en todos los sitios donde pongo los ojos
Con la cabeza levantada
Y todo el cabello al viento
Eres más hermosa que el relincho de un potro en la montaña
Que la sirena de un barco que deja escapar toda su alma
Que un faro en la neblina buscando a quién salvar
Eres más hermosa que la golondrina atravesada por el viento
Eres el ruido del mar en verano
Eres el ruido de una calle populosa llena de admiración
Mi gloria está en tus ojos
Vestida del lujo de tus ojos y de su brillo interno
Estoy sentado en el rincón más sensible de tu mirada
Bajo el silencio estático de inmóviles pestañas.
Viene saliendo un augurio del fondo de tus ojos
Y un viento de océano ondula tus pupilas.
Nada se compara a esa leyenda de semillas que deja tu presencia
A esa voz que busca un astro muerto que volver a la vida
Tu voz hace un imperio en el espacio
Y esa mano que se levanta en ti como si fuera a colgar soles en el aire
Y ese mirar que escribe mundos en el infinito
Y esa cabeza que se dobla para escuchar un murmullo en la eternidad
Y ese pie que es la fiesta de los caminos encadenados
Y esos párpados donde vienen a vararse las centellas del éter
Y ese beso que hincha la proa de tus labios
Y esa sonrisa como un estandarte al frente de tu vida
Y ese secreto que dirige las mareas de tu pecho
Dormido a la sombra de tus senos
Si tú murieras
Las estrellas a pesar de su lámpara encendida
Perderían el camino
¿Qué sería del universo?
29 noviembre 2022
VIAJE DE UN GORRIÓN DE PARÍS (Y 4)
III. De la República lupina
Oh
Gorriones de París, Pájaros del mundo, Animales del globo y vosotros, sublimes
esqueletos antediluvianos; todos quedaríais asombrados, si, como yo, hubierais
ido a visitar la noble República lupina, la única donde se doma al Hambre. Eso
es lo que eleva el alma de un Animal. Cuando llegué a las magníficas estepas
que se extienden desde Ucrania a Tartaria, hacía ya frío, y comprendí que la
felicidad que da la libertad sólo podía habitar en un país como aquél. Descubrí
un Lobo de centinela.
—Lobo
—le dije—, tengo frío y me voy a morir: esto sería una pérdida para vuestra
gloria, pues me ha traído acá mi admiración por vuestro gobierno, que vengo a
estudiar para propagar sus principios en los Animales.
—Ponte
encima de mí —me dijo el Lobo.
—Pero,
¿me comerás, ciudadano?
—¿Qué
adelantaría yo con eso? —respondió el Lobo—. Comiéndote o sin comerte, no
tendré menos hambre. Un Gorrión para un Lobo no es ni lo que un grano de lino
para ti.
Tuve
miedo, pero me arriesgué, como auténtico filósofo que soy. Aquel buen lobo me
dejó tomar posición en su cola, y me miró con un ojo hambriento sin tocarme.
—¿Qué
hacéis aquí? —le dije para reanudar la conversación.
—¡Bah!
—me dijo—. Esperamos a unos propietarios que están de visita en un castillo
vecino, y cuando salgan probablemente vamos a comernos Caballos esclavos,
ruines cocheros, algunos criados y dos propietarios rusos.
—Será
divertido —le dije.
No
creáis, Animales, que quise adular bajamente a aquel salvaje republicano a
quien podía o no gustarle que le contradijeran: dije lo que pensaba. Había oído
en París maldecir tanto, en los graneros y en todas partes, a la abominable
variedad de Hombres llamados los propietarios, que, sin conocerlos en
absoluto, los odiaba de verdad.
—No
os comeréis sus corazones —dije bromeando.
—¿Por
qué? —me dijo el ciudadano Lobo.
—He
oído decir que no tienen.
—¡Qué
desgracia! —exclamó el Lobo—. Es una pérdida para nosotros, pero no será la
única.
—¡Cómo!
—repliqué.
—¡Ay! —me dijo el ciudadano Lobo—. Muchos de nosotros perecerán en el ataque; pero ¡la patria está antes que nada! No hay más que seis Hombres, cuatro Caballos y alguna otra cosa servible; esto no bastará para nuestra sección de los Derechos del Lobo, que se compone de un millar de Lobos. Piensa, Gorrión, que no hemos tomado nada desde hace dos meses.
28 noviembre 2022
VIAJE DE UN GORRIÓN DE PARÍS (3)
II. De la Monarquía de las Abejas
Instruido
ya por lo que había visto en el Imperio Fórmico, decidí examinar las costumbres
del pueblo antes de escuchar a los grandes y a los príncipes. Al llegar,
tropecé con una Abeja que llevaba una sopa.
—¡Ah!
¡Estoy perdida! —dijo—. Me matarán, o al menos me meterán en la cárcel.
—¿Y
por qué? —le dije yo.
—¿No
ve usted que me ha hecho derramar el caldo de la reina? ¡Pobre reina!
Afortunadamente la Copera Mayor, la duquesa de las Rosas, habrá enviado a
buscar en varias direcciones; mi falta quedará reparada, pues yo moriría de
pesar por haber hecho aguardar a la reina.
—¿Oyes,
príncipe Abejorro? —le dije al joven viajero.
La
Abeja seguía lamentándose de haber perdido la ocasión de ver a la reina.
—Pero,
¡por Dios!, ¿qué es vuestra reina para que estéis siempre en tal estado de
adoración? —exclamé—. Yo, amiga mía, soy de un país, donde nos preocupamos poco
de los reyes, de las reinas y otros inventos humanos.
—¡Humanos! —exclamó la Abeja—. No hay nada entre nosotros, descarado Gorrión, que no sea de institución divina. Nuestra reina ha recibido de Dios su poder. Sin ella no podríamos existir como cuerpo social, lo mismo que tú no podrías volar sin plumas. Ella es nuestra alegría y nuestra luz, la causa y el fin de todos nuestros esfuerzos. Ella nombra una directora de puentes y calzadas, que nos da planos y alineamientos para nuestros suntuosos edificios. Ella distribuye a cada uno su tarea según sus capacidades, ella es la encarnación de la justicia y se ocupa sin cesar de su pueblo; ella lo engendra y nosotras nos apresuramos a alimentarlo, pues nosotras hemos sido creadas y puestas en el mundo para adorarla, servirla y defenderla. Lo mismo hacemos con las pequeñas reinas de los palacios particulares y las dotamos de una papilla particular para su alimento. Unicamente a nuestra reina corresponde el honor de cantar y de hablar; sólo ella deja oír su hermosa voz.