24 marzo 2021
23 marzo 2021
23 de marzo
Avanzando hasta la puerta de Atocha, sobre la eminencia de San Blas, están el Campo Santo o cementerio y El Observatorio Astronómico. La vista de Madrid es buena desde allí. El edificio de ladrillo y granito, con cúpula y pórticos, fue construido para Carlos III por Juan Villanueva. Al sur se encuentra un vestíbulo corintio. El observatorio fue diseñado a imitación de un templo jónico. Este edificio dedicado a la ciencia fue completamente destripado por los invasores, que pusieron en él cañones en lugar de telescopios. Según su Brillat Savarin, el mortal que descubre un nuevo plato hace más por la felicidad de la humanidad que el que descubre una nueva estrella, aforismo gastronómico que Murat, que había sido camarero en un restaurante, comprendía muy bien y de acuerdo con él actuaba. Fernando VII hizo restaurar los destrozos sólo en parte; y es que la astronomía, delicia de los árabes, nunca ha prosperado entre los españoles, cuyo afecto se concentra en las cosas inferiores, es decir, de la tierra y terrenales. Bajo la colina está el convento de Atocha, fundado en 1523 para los dominicanos por Hurtado de Mendoza, confesor de Carlos V. Fue enriquecido por una sucesión de piadosos príncipes. Los techos fueron pintados por Lucca Giordano y las capillas llenadas de vasijas de oro y plata. Todas éstas fueron robadas y todo lo demás profanado y pillado por los invasores; y Fernando VII, a su vuelta, empleó a un cierto Velázquez (ni santo ni artista) para que lo reconstruyera. La parte conventual ha sido convertida desde entonces en cuartel.
En la capilla está la famosa Virgen, el paladión de Madrid y protectora especial de la real familia, que siempre la veneró los domingos. De esta manera, Fernando VII, cuando conspiraba contra sus padres, se inclinó primero ante la imagen y mendigó su ayuda. Y también cuando fue secuestrado por Savary, antes de salir para Bayona, tomó la cinta de la Inmaculada Concepción que llevaba al pecho y la colgó en el de la imagen. Y después de su restauración, lo primero que hizo al llegar a Madrid fue arrodillarse ante ella y darle las gracias por haber intercedido dándole la libertad. De la misma manera, su antecesor, Alonso VI, en 1083, en la primera reconquista de Madrid, puso su bandera a sus pies. Fernando ha sido puesto en ridículo por los que no saben nada de España y los españoles, por haber, durante su cautiverio en Francia, bordado una saya para la imagen (lo cual él no hizo, aunque sí su tío Antonio). Y, sin embargo, la noticia les llegó al corazón a todos los mariólatras, que honraron a un rey que mostraba ser el reflejo mismo de ellos. Y así, ante esta tutelar local, su viuda, Cristina, se inclinó el 23 de marzo de 1844, antes de entrar en Madrid a su regreso a España; no hizo tal cosa, sin embargo, en Barcelona, donde rezó ante Santa Eulalia, patrona de esa ciudad.
Esta Virgen suplanta en cierto modo a San Roque, el Esculapio español. Es la Minerva médica, la Αθηνη ύγιεια, a quien recurre la facultad médica cuando el soberano está peligrosamente enfermo y los médicos se ven impotentes, cosa que suele ocurrir, particularmente, en Madrid. Así vemos que Bassompière, en su parte del 27 de marzo de 1621, describe la enfermedad de Felipe III: «Les médécins en désesperent, depuis ce matin que l’on ha commencé a user des remedes spirituels, et faire transporter au palais l’image de N. D. de Athoche». El paciente murió tres días después de ser llamada la imagen a palacio, ubi incipit theologus desinet medicus.
Richard Ford
Manual para viajeros por Castilla y lectores en casa. Madrid
Manual para viajeros por España y lectores en casa - 3
Existe una abundante bibliografía de libros de viajes por España. Pero ninguno ha alcanzado el prestigio y la justa fama que con los años ha ido ganando el que ofrecemos ahora, por primera vez en castellano, al público español. El «Manual para viajeros por Castilla y lectores en casa» constituye la segunda entrega de lo que será la edición completa del famoso manual de Ford («Manual para viajeros por España y lectores en casa»), publicado por primera vez en Londres en 1845.
Bajo el discreto título de «Manual» se esconde el más completo, más original, más profundo y mejor escrito entre los numerosos libros producidos por los viajeros románticos.
Richard Ford, hombre de cultura extraordinaria y estupendo escritor, además de dibujante, vino a vivir a Sevilla en 1831 para cuidar la salud de su mujer. Instalado en Sevilla y en la Alhambra, recorrió a caballo miles de kilómetros por zonas de España completamente apartadas de las rutas habituales de los viajeros románticos. Su presente obra es más que un libro de viajes y más que un fresco impresionante y vivísimo de la España romántica: por sus extraordinarias dotes de escritor ha pasado a ocupar un sitio en la historia de la literatura inglesa.
La presente edición se acompaña de numerosas reproducciones de dibujos del propio Richard Ford y de grabados de David Roberts.
22 marzo 2021
22 de marzo.
22 de marzo.
Querido tío y venerado maestro: Hace cuatro días que llegué con toda felicidad a este lugar de mi nacimiento, donde he hallado bien de salud a mi padre, al señor Vicario y a los amigos y parientes. El contento de verlos y de hablar con ellos, después de tantos años de ausencia, me ha embargado el ánimo y me ha robado el tiempo, de suerte que hasta ahora no he podido escribir a usted.
Usted. me lo perdonará.
Como salí de aquí tan niño y he vuelto hecho un hombre, es singular la impresión que me causan todos estos objetos que guardaba en la memoria. Todo me parece más chico, mucho más chico; pero también más bonito que el recuerdo que tenía. La casa de mi padre, que en mi imaginación era inmensa, es sin duda una gran casa de un rico labrador; pero más pequeña que el Seminario. Lo que ahora comprendo y estimo mejor es el campo de por aquí. Las huertas, sobre todo, son deliciosas. ¡Qué sendas tan lindas hay entre ellas! A un lado, y tal vez a ambos, corre el agua cristalina con grato murmullo. Las orillas de las acequias están cubiertas de yerbas olorosas y de flores de mil clases. En un instante puede uno coger un gran ramo de violetas. Dan sombra a estas sendas pomposos y gigantescos nogales, higueras y otros árboles, y forman los vallados la zarzamora, el rosal, el granado y la madreselva.
Es portentosa la multitud de pajarillos que alegran estos campos y alamedas.
Yo estoy encantado con las huertas, y todas las tardes me paseo por ellas un par de horas.
Mi padre quiere llevarme a ver sus olivares, sus viñas, sus cortijos; pero nada de esto hemos visto aún. No he salido del lugar y de las amenas huertas que le circundan.
Es verdad que no me dejan parar con tanta visita.
Hasta cinco mujeres han venido a verme que todas han sido mis amas y me han abrazado y besado.
Todos me llaman Luisito o el niño de D. Pedro, aunque tengo ya veintidós años cumplidos. Todos preguntan a mi padre por el niño, cuando no estoy presente.
Se me figura que son inútiles los libros que he traído para leer, pues ni un instante me dejan solo.
La dignidad de cacique, que yo creía cosa de broma, es cosa harto seria. Mi padre es el cacique del lugar.
Apenas hay aquí quien acierte a comprender lo que llaman mi manía de hacerme clérigo, y esta buena gente me dice con un candor selvático que debo ahorcar los hábitos, que el ser clérigo está bien para los pobretones; pero que yo, soy un rico heredero, debo casarme y consolar la vejez de mi padre, dándole media docena de hermosos y robustos nietos.
Juan Valera
Pepita Jiménez
El joven seminarista don Luis de Vargas, de regreso a su pueblo natal para unas breves vacaciones antes de pronunciar sus votos, se encuentra con que su padre, don Pedro, se dispone a contraer nupcias con la joven Pepita Jiménez, de veinte años de edad, viuda de un octogenario, y de singular belleza y piedad. Los contactos entre el futuro sacerdote y la joven viuda son como baño de vida para el joven, que ha pasado su adolescencia entre místicos y teólogos, y que piensa dedicar el resto de sus días a la conversión de los infieles.
El joven acompaña a Pepita Jiménez en sus paseos por el campo, asiste a reuniones en su casa y, sin darse cuenta, cede poco a poco a una pasión que él considera pecaminosa, pero que se hace más fuerte que su vocación y que su amor para su padre, en el que ve secretamente un rival.
21 marzo 2021
21 de marzo
«21 de marzo —Papá ya hace días que sale a trabajar y a sus asuntos, pero el tío no ha vuelto aún por el Ayuntamiento. Hoy le han mandado un recado con un ordenanza para ver cuándo piensa ir y él se ha enfadado mucho y ha dicho que ya irá cuando le parezca. El ordenanza se fue muy avergonzado cuando él no había hecho más que cumplir con su deber y obedecer órdenes…
»A la misa de hoy vino el Excmo. Sr. D. José Mª de Beceiro. Me dio mucho orgullo que viniese porque es un prócer y porque la abuela se merecía más aún. Como en el retrato del salón está tan joven me pareció mentira verlo tan viejecito aunque es natural. Así sería el abuelo si viviera que también sería prócer. La tía llora mucho y ahora llora de veras. Ya sé de qué tiene miedo, de irse con el tío a Valencia después de vender su parte del caserón y todo lo demás. ¿Por qué lo ha de vender si es suyo y no del tío? Pero por algo rogaría en el testamento la abuela al tío Nicolás que siga viviendo en el caserón… Mamá me ha enseñado la parte del testamento donde la abuela rogó al tío llamándole hijo que se quedase en Alcidia y en esta casa porque él necesita la armonía familiar y cristiana (no me acuerdo bien, algo parecido). Y después rogó una cosa muy curiosa a los demás, que si el tío se va que le dejen volver y vivir en el caserón. No lo comprendía primero porque la abuela era muy misteriosa, pero ya veo lo que quiso decir, que no estaba segura de si el tío se iría o no pero que si se iba volvería con el rabo entre piernas… ¡Qué sentimientos más profundos tenía la abuela! Pero no sé por qué me parece que habría sido también una buena matemática. Bueno, ¿por qué tanto ruego y no más órdenes? Ese canalla sin corazón ese Luzbel merece un castigo ejemplar… ¿Se atreverá a rebelarse contra la voluntad de los muertos? Y si deciden vender su parte del caserón y papá no se la quiere comprar o no se la puede comprar, ¿qué pasará? Papá me tranquiliza porque dice que no hay ley que le obligue a moverse de aquí pero que el tío debería quedarse aquí por su bien.
»El Excmo. Sr. D. José Mª de Beceiro vino en su Hispano-Suiza con el chófer y un señor. Papá dice que hoy por hoy no hay mejor auto en el mundo y le pregunté si costará un millón de pesetas y me dijo que si estoy loco, que ni el Rey se gastaría eso en un automóvil y que de todos modos no hay automóvil que valga eso. Lo tengo que averiguar no estoy satisfecho. Yo no he visto en mi vida cosa tan preciosa, parece de plata y de oro y de seda negra y todo el mundo se paraba en la plaza a verlo y el chófer y el otro señor daban vueltas alrededor para que nadie lo tocase. Los faros parecían diamantes gigantescos rutilantes como un tesoro oriental.
China también llora.»
Vicente Soto
La zancada
Premio Nadal - 1966
La «zancada» a la que se refiere el título de esta novela es el paso crucial de la niñez a la adolescencia, momento sutilmente crítico en el que la sensibilidad del ser humano se agudiza dolorosamente.
El protagonista, Gabriel, vive en el pueblo de Alcidia (topónimo de clara estirpe levantina, que puede ser Utiel) y allí habita con su familia un gran caserón, justamente lo que de un modo tradicional ha espoleado siempre la imaginación de los niños. Hay, en La zancada, figuras excelentemente dibujadas y fijadas, como, por ejemplo, la abuela, idealizada, el personaje más brillante de todos; los tíos con sus problemas y la guapa prima adolescente, los padres, la sirvienta el perro con el que se habla y el árbol al que se escucha.
Vicente Soto afirma que La zancada es, en cierta medida, una novela autobiográfica, aunque su anecdotario no coincida con el del autor, que, por otra parte manifiesta la influencia de Proust y Azorín, y su admiración por Stendhal, Pasternak, y Mann.
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