En el año 64, Josefo fue encargado de ir a Roma con la misión de solicitar la libertad de dos fariseos detenidos por la autoridad romana. Allí fue presentado a Popea, a la que halló bien dispuesta en favor del pueblo Mío, como resultado de los informes que había recibido de un comediante judío llamado Alitiros. Gracias a Popea, Josefo obtuvo éxito en su demanda: sus compatriotas fariseos fueron puestos en libertad y, por añadidura, recibió de la emperatriz algunos regalos. Se cree que de esa estancia en Roma provino su sentimiento, si no de lealtad inmediata hacia los romanos, por lo menos la convicción de que el poder romano era invencible, y desafiarlo constituía una locura de los judíos. Cuando, poco después de regresar a Judea, estalló la revuelta del año 66 se puso a su servicio, pero con una confianza ya desfallecida por anticipado.
sobre el libro "Las Guerras de Los Judíos" de Flavio Josefo