05 octubre 2007

Echo de Christina Rossetti

ECHO
Come to me in the silence of the night;
Come in the speaking silence of a dream;
Come with soft rounded cheeks and eyes as bright
As sunlight on a stream;
Come back in tears,
O memory, hope, love of finished years.

Oh dream how sweet, too sweet, too bitter sweet,
Whose wakening should have been in Paradise,
Where souls brimfull of love abide and meet;
Where thirsting longing eyes
Watch the slow door
That opening, letting in, lets out no more.

Yet come to me in dreams, that I may live
My very life again though cold in death:
Come back to me in dreams, that I may give
Pulse for pulse, breath for breath:
Speak low, lean low,
As long ago, my love, how long ago!

ECO
Ven a mí en el silencio de la noche;
Ven en el locuaz silencio de un sueño;
ven con suaves mejillas y ojos tan brillantes
como la luz del sol sobre un arroyo.
Vuelve con lágrimas,
memoria, esperanza, amor de años pasados.

Oh dulce sueño, amargo y dulce sueño
que despertar debieras en el Paraíso
donde colma el amor las almas que allí habitan;
donde sedientos ojos que suspiran
miran la puerta abrirse lentamente,
dejando entrar pero jamás salir.

En sueños ven a mí para que pueda vivir
mi verdadera vida contra el frío de la muerte.
Vuelve a mí en sueños para que pueda dar
latido por latido, suspiro por suspiro.
Baja la voz, inclínate,
como entonces, amor mío, ¡hace ya tanto tiempo!
De Christina Rossetti
Edición y traducción: Ángel Rupérez

02 octubre 2007

Al hombre. Poema de Vicente Aleixandre

¿POR qué protestas, hijo de la luz,
humano que transitorio en la tierra,
redimes por un instante tu materia sin vida?
¿De dónde vienes, mortal, que del barro has llegado
para un momento brillar y regresar después a tu apagada patria?
Si un soplo, arcilla finita, erige tu vacilante forma y calidad de dios tomas en préstamo,
no, no desafíes cara a cara a ese sol poderoso que fulge
y compasivo te presta cabellera de fuego.
Por un soplo celeste redimido un instante,
alzas tu incandescencia temporal a los seres.
Hete aquí luminoso, juvenil, perennal a los aires.
Tu planta pisa el barro del que ya eres distinto.
i Oh, cuan engañoso, hermoso humano que con testa de oro
el sol piadoso coronado ha tu frente!
¡Cuan soberbia tu masa corporal, diferente sobre la tierra madre,
que cual perla te brinda!
Mas mira, mira que hoy, ahora mismo, el sol declina triste­mente en los montes.
Míralo rematar ya de pálidas luces,
de tristes besos cenizosos de ocaso
tu frente oscura. Mira tu cuerpo extinto cómo acaba en la noche.
Regresa tú, mortal, humilde, pura arcilla apagada,
a tu certera patria que tu pie sometía.
He aquí la inmensa madre que de ti no es distinta.
Y, barro tú en el barro, totalmente perdura.

22 de noviembre

  Deirdre frunció el entrecejo. —No al «Traiga y Compre» de Nochebuena —dijo—. Fue al anterior… al de la Fiesta de la Cosecha. —La Fiesta de...