22 abril 2022

Sobre el comienzo de unos libros... Hoy: ¡Absalón, Absalón! de William Faulkner

 Desde poco después de las dos hasta la puesta del sol de aquella apacible lenta y calurosa tarde muerta de septiembre permanecieron sentados en lo que la señorita Coldfield seguía llamando el despacho porque su padre lo había llamado así —una habitación oscura sofocante con las celosías cerradas y echados los cerrojos desde hacía cuarenta y tres veranos porque cuando ella era una niña alguien había tenido la creencia de que la luz y la ventilación atraían el calor y que la oscuridad era siempre más fría y que ésta (cuanto más caía el sol con toda su fuerza sobre aquel costado de la casa) se iluminaba con amarillos rayos horizontales a través de la celosía llena de motas de polvo que Quentin pensaba que eran escamas de la viejísima pintura reseca desprendidas hacia el interior desde la madera de las celosías decapadas como si el viento las hubiera arrastrado. Una guía de glicinas florecía por segunda vez aquel verano por entre un enrejado frente a la ventana, los gorriones entraban y salían de vez en cuando en frenéticos escarceos, produciendo un vivo rumor seco y polvoriento antes de alejarse; y frente a Quentin, la señorita Coldfield con su sempiterno luto que había llevado desde hacía ahora cuarenta y tres años, bien fuera por su hermana, padre o noesposo nadie lo sabía, sentada muy erguida en una rígida silla que era tan alta que sus piernas pendían rectas y verticales como si tuviera pantorrillas y tobillos de hierro, sin pegar en el suelo con ese aire de rabia impotente y estática que tienen los pies de los niños y hablando con esa áspera voz huraña y asustada hasta que al final toda atención cesaba y el sentido auditivo, la auto-conmiseración y el por largo tiempo ausente objeto de su fútil pero inexorable fracaso aparecía, como si fuera evocado por un indignado requerimiento, sereno, distraído e inofensivo, brotando del polvo paciente y soñador y victorioso.

William Faulkner
¡Absalón, Absalón!

William Faulkner es hoy aclamado universalmente como uno de los escritores más importantes del siglo XX. Convirtió su pequeño condado en Misisipi en un escenario apócrifo donde explorar virtudes y defectos de la sociedad, al tiempo que experimentaba con las posibilidades de la novela modernista. Su obra se caracteriza por esa estética rica que se arriesga en el empleo de recursos expresivos innovadores, que hereda de las tradiciones romántica y realista, y alcanza con “¡Absalón, Absalón!” el encumbramiento como obra maestra del modernismo americano.
“¡Absalón, Absalón!” es una obra enigmática, ambigua, y de una complejidad técnica extraordinaria. Cuatro narradores exploran las posibilidades de la aprehensión de la certeza y de la duda, de los límites del conocimiento humano, en una lucha por discernir la verdad a pesar de la ausencia de datos fundamentales para lograrlo. El amor, el racismo y el honor se combinan para construir una historia que acaba con las esperanzas del modelo idílico de la cultura de la plantación.

Fuchsia, Pendientes de la reina

 Fuchsia, Pendientes de la reina,

21 abril 2022

Sobre el comienzo de unos libros... Hoy: Jaroslav Hasek, Las aventuras del valeroso soldado Schwejk

 —De modo que nos han matado a Fernando —dijo la sirvienta al señor Schwejk, el cual hacía años que, habiendo sido declarado tonto por la comisión médica militar, había abandonado el servicio y vivía de la venta de perros, feos monstruos de malas razas, falsificando sus árboles genealógicos.
Además de esta ocupación padecía reumatismo y ahora precisamente se frotaba la rodilla con linimento alcanforado.
—¿Qué Fernando, señora Müller? —preguntó Schwejk sin dejar de darse masajes en la rodilla—. Conozco a dos Fernandos. Uno es criado del droguero Pruscha y alguna vez se ha equivocado y ha bebido tinte para el pelo, y luego conozco también a Fernando Kokoschka, que anda recogiendo estiércol. El mundo no se pierde nada con ninguno de los dos.
—¡Pero señor! Ha sido al archiduque Fernando, al de Konopischt, al gordo y piadoso.
—¡Jesús María! —exclamó Schwejk—. ¡Qué curioso! Y ¿dónde le ha ocurrido eso al señor archiduque?
—En Sarajevo. Lo han matado con un revólver, señor. Fue allá en automóvil con la archiduquesa.
—¡Vaya, señora Müller! ¡En automóvil! Sí, un señor como él puede permitirse ese lujo y no piensa ni por un momento que un viaje así puede acabar en desgracia. Y además en Sarajevo, que es Bosnia, señora Müller. Seguro que lo han hecho los turcos. Es que no hubiéramos debido quitarles Bosnia y Herzegovina. Bueno, señora Müller: ¡de modo que el archiduque descansa en el seno divino! ¿Ha sufrido mucho?
—El archiduque se fue en seguida, señor. Ya sabe, un revólver no es ninguna broma. 

Jaroslav Hasek
Las aventuras del valeroso soldado Schwejk

Las aventuras del valeroso soldado Schwejk es, tal vez, la obra de la literatura checa más conocida fuera del país, ya que al poco de ser publicada se tradujo a varios idiomas y fue objeto de adaptaciones teatrales y cinematográficas. Constituye una sátira mordaz y divertida contra lo absurdo de las guerras. Su protagonista, Schwejk, con astuto desamparo y ladina sandez, libra su guerra privada contra la maquinaria militar como un Sancho Panza de la Primera Guerra Mundial, y empleando la estupidez como refinamiento se transforma en un estratega capaz de desarmar a quien sea. En una serie de divertidos episodios y en el trato con sus múltiples y siempre limitados superiores, Schwejk cumple su deber de obediencia de tal manera que todas las órdenes llevan al absurdo y deja en ridículo a las autoridades reconocidas.

Fuchsia, Pendientes de la reina

Fuchsia, Pendientes de la reina,