12 diciembre 2020
11 diciembre 2020
11 de Diciembre
Considerando el Almirante la desdicha de los cristianos perdidos, y la mala suerte que tuvo tanto en el mar como en aquel país, pues una vez perdió la nave y otra la gente y la fortaleza, y que no lejos de allí había lugares más cómodos y mejores para poblar, el sábado, a 7 de Diciembre, salió con su armada, yendo hacia Levante, y llegó, a la tarde, no lejos de las islas de Monte Cristo, donde echó anclas. Al día siguiente, pasó, frente a Monte Cristo, por las siete islillas bajas que hemos mencionado, que si bien tenían pocos árboles, pero, no sin belleza, porque en aquella estación, que corría el invierno, encontraron flores, y nidos, unos con huevos, otros con pajarillos, y todas las demás cosas propias de verano.
De allí fue a dar fondo a un pueblo de indios, donde con propósito de edificar un pueblo, salió con toda la gente, los bastimentos y los artificios que llevaba en su armada, a un llano junto a una peña en la que segura y cómodamente se podía construir una fortaleza. Allí fundó una villa, a la que dio el nombre de La Isabela, en memoria de la Reina Doña Isabel. Muchos juzgaron bueno su sitio, porque el puerto era muy grande, aunque descubierto al Noroeste, y tenía un hermosísimo río, tan ancho como un tiro de ballesta, del que se podían sacar canales que pasaran por medio de la villa; además, se extendía cerca una muy ancha vega, de la que, según decían los indios, estaban próximas las minas de Cibao. Por todas estas razones, fue tan diligente el Almirante en ordenar dicha villa, que juntándosele el trabajo que había sufrido en el mar con el que allí tuvo, no sólo careció le tiempo para escribir, según su costumbre, diariamente lo que sucedía, sino que cayó enfermo, y por todo ello interrumpió su Diario desde el 11 de Diciembre, hasta el 12 de Marzo del año 1494. En cuyo tiempo, luego que tuvo ordenadas las cosas de la villa lo mejor que pudo, para las de fuera, en el mes de Enero mandó a Alonso de Hojeda con quince hombres, a buscar las minas de Cibao. Después, a 2 de Febrero, tornaron a Castilla doce navíos de la armada, con un capitán llamado Antonio de Torres, hermano del aya del Príncipe don Juan, hombre de gran prudencia y nobleza, de quien el Rey Católico y el Almirante se fiaban mucho. Este llevó prolijamente escrito cuanto había sucedido, la calidad del país, y lo que era necesario que allí se hiciese.
Historia del Almirante
Crónicas de América
10 diciembre 2020
10 de diciembre
A las seis de la mañana del día 10 de diciembre, en un lanchón de Benolié, se dirigió al bergantín, y a las seis y media zarpó con viento fresco, dejando al poco rato de verse Gibraltar y las costas de África.
Aviraneta, que llevaba unos días sin dormir bien, quizá por el medio mareo que padecía o porque bebió un poco de vino, se echó en la cama, y no despertó hasta el día siguiente, a las once.
Al salir vestido a cubierta, sir John, el capitán, comenzó a reír al verle, y le dijo:
—Usted es un lobo de mar, cuando ha podido dormir con el huracán tan terrible que hemos tenido.
Al tercer día de tormenta, antes de meterse en la cama, agarrándose a lo que pudo, llegó a la cocina y comió algún fiambre. Desde la salida de Gibraltar no se había podido encender la cocina.
Al día siguiente llegaron a la isla de Porquerolles, donde anclaron. Se compraron víveres, se encendió la cocina, y comieron por primera vez caliente y de manera espléndida.
A medianoche se hicieron a la vela con tiempo hermoso, y a los doce días de dejar las costas de Francia estaban a la vista de Alejandría.
Por la mañana, al amanecer, se levantó don Eugenio de la cama, y se asomó a la borda. No se veía más que la costa baja, amarillenta, iluminada por el sol; la ciudad, vagamente, y la columna de Pompeyo, que se destacaba con claridad.
Aviraneta o la vida de un conspirador
Suscribirse a:
Entradas (Atom)