17 agosto 2008
16 agosto 2008
15 agosto 2008
de Sinuhé, el Egipcio (1-4)
Pero antes de comenzar mi libro dejaré que mi corazón exhale su llanto. He aquí cómo mi corazón de desterrado lamenta su dolor:
Que el que ha bebido una vez agua del Nilo aspire a volver a ver el Nilo, porque ninguna otra agua apagará su sed.
Que el que ha nacido en Tebas aspire a volver a Tebas, porque en el mundo no existe ninguna otra villa parecida a ésta. Que el que ha nacido en una callejuela tebaida aspire a volver a ver esta callejuela; en un palacio de cedro echará de menos su cabaña de arcilla; en el perfume de la mirra y de los buenos ungüentos aspira el olor del fuego de boñiga seca y del pescado frito.
Cambiaría mi copa de oro por el tarro de arcilla del pobre si tan sólo pudiese hollar de nuevo el suave terruño del país de Kemi. Cambiaría mis vestiduras de lino por la piel endurecida del esclavo si tan sólo pudiese oír aún el murmullo de los cañaverales del río bajo la brisa de la primavera.
El Nilo se desborda, como joyas las villas emergen de su agua verde, las golondrinas vuelven, las grullas caminan por el fango, pero yo estoy ausente. ¿Por qué no seré una golondrina, porqué no seré una grulla de alas vigorosas para poder volar ante mis guardianes hacia el país de Kemi?
Construiría mi nido sobre las columnas policromadas del templo de Amón, en el resplandor fulgurante y dorado de los obeliscos, en el perfume del incienso y de las víctimas de los sacrificios. Construiría mi nido sobre el techo de una pobre cabaña de barro. Los bueyes tiran de las carretas, los artesanos pegan el papel de caña, los mercaderes vocean sus mercancías, el escarabajo va empujando su bola de estiércol sobre el camino empedrado.
Clara era el agua de mi juventud, dulce era mi locura. Amargo y ácido es el vino de mi vejez, y el pan de miel más exquisito no vale el duro mendrugo de mi pobreza. ¡Años, dad la vuelta y volved!
¡Amón, recorre el cielo de Poniente a Levante a fin de que vuelva a encontrar mi juventud! No puedo cambiar una sola palabra, no puedo modificar ningún acto. ¡Oh, esbelta pluma de caña, oh, suave papel de caña, devolvedme mis vanas acciones, mi juventud y mi locura!
He aquí lo que ha escrito Sinuhé, desterrado, más pobre que todos los pobres del país de Kemi.
Que el que ha bebido una vez agua del Nilo aspire a volver a ver el Nilo, porque ninguna otra agua apagará su sed.
Que el que ha nacido en Tebas aspire a volver a Tebas, porque en el mundo no existe ninguna otra villa parecida a ésta. Que el que ha nacido en una callejuela tebaida aspire a volver a ver esta callejuela; en un palacio de cedro echará de menos su cabaña de arcilla; en el perfume de la mirra y de los buenos ungüentos aspira el olor del fuego de boñiga seca y del pescado frito.
Cambiaría mi copa de oro por el tarro de arcilla del pobre si tan sólo pudiese hollar de nuevo el suave terruño del país de Kemi. Cambiaría mis vestiduras de lino por la piel endurecida del esclavo si tan sólo pudiese oír aún el murmullo de los cañaverales del río bajo la brisa de la primavera.
El Nilo se desborda, como joyas las villas emergen de su agua verde, las golondrinas vuelven, las grullas caminan por el fango, pero yo estoy ausente. ¿Por qué no seré una golondrina, porqué no seré una grulla de alas vigorosas para poder volar ante mis guardianes hacia el país de Kemi?
Construiría mi nido sobre las columnas policromadas del templo de Amón, en el resplandor fulgurante y dorado de los obeliscos, en el perfume del incienso y de las víctimas de los sacrificios. Construiría mi nido sobre el techo de una pobre cabaña de barro. Los bueyes tiran de las carretas, los artesanos pegan el papel de caña, los mercaderes vocean sus mercancías, el escarabajo va empujando su bola de estiércol sobre el camino empedrado.
Clara era el agua de mi juventud, dulce era mi locura. Amargo y ácido es el vino de mi vejez, y el pan de miel más exquisito no vale el duro mendrugo de mi pobreza. ¡Años, dad la vuelta y volved!
¡Amón, recorre el cielo de Poniente a Levante a fin de que vuelva a encontrar mi juventud! No puedo cambiar una sola palabra, no puedo modificar ningún acto. ¡Oh, esbelta pluma de caña, oh, suave papel de caña, devolvedme mis vanas acciones, mi juventud y mi locura!
He aquí lo que ha escrito Sinuhé, desterrado, más pobre que todos los pobres del país de Kemi.
14 agosto 2008
de Sinuhé, el Egipcio (1-3)

Y, sin embargo, mi nombre estuvo un día escrito en el libro de oro del faraón, y habitaba el palacio dorado a la derecha del rey. Mi palabra tenía más peso que la de los poderosos del país de Kemi; los nobles me enviaban regalos, y collares de oro adornaban mi cuello. Tenía cuanto un hombre puede desear, pero yo deseaba más de lo que un hombre puede obtener. He aquí por qué estoy en este lugar. Fui desterrado de Tebas en el sexto año del reinado de Horemheb, con la amenaza de ser matado como un perro si osaba volver, ser aplastado como una rana entre dos piedras si jamás ponía el pie fuera de la tierra que me ha sido fijada como residencia. Tal es la orden del rey, del faraón que fue un día mi amigo.
Pero, ¿puede acaso esperarse otra cosa de un hombre de baja extracción que ha hecho borrar los nombres de los reyes en la lista de sus antecesores para sustituirlos por los de sus parientes? He visto su coronación. He visto colocar sobre su cabeza la tiara roja y la tiara blanca. Y seis años después me desterró. Pero, según el cálculo de los escribas, era el trigésimo segundo año de su reinado. Cuanto se escribió entonces y ahora, ¿no es acaso ajeno a la verdad?
A aquel que vivía de la verdad lo he despreciado durante su vida a causa de su debilidad, y he vuelto a encontrar el terror que sembraba en el país de Kemi a causa de su verdad. Ahora su venganza pesa sobre mí, porque yo también quiero vivir en la verdad, no por su dios, sino por mí mismo. La verdad es un cuchillo afilado, la verdad es una llaga incurable, la verdad es un ácido corrosivo. Por esto, durante los días de su juventud y de su fuerza, el hombre huye de la verdad hacia las casas de placer y se ciega con el trabajo y con una actividad febril, con viajes y diversiones, con el poder y las construcciones. Pero viene un día en que la verdad lo atraviesa como un venablo y ya no siente más el júbilo de pensar o trabajar con sus manos, sino que se encuentra solo, en medio de sus semejantes, y los dioses no aportan ningún alivio a su soledad.
Yo, Sinuhé, escribo esto con plena conciencia de que mis actos han sido malos y mis caminos injustos, pero también con la certidumbre de que alguien obtendría de ello una lección para sí si por casualidad me leyere. Por esto escribo para mí mismo. ¡Que otros borren sus pecados en el agua sagrada de Amón! Yo, Sinuhé, me purifico escribiendo mis actos. ¡Que otros hagan pesar las mentiras de su corazón en las balanzas de Osiris! Yo, Sinuhé, peso mi corazón con una brizna de junco.
Pero, ¿puede acaso esperarse otra cosa de un hombre de baja extracción que ha hecho borrar los nombres de los reyes en la lista de sus antecesores para sustituirlos por los de sus parientes? He visto su coronación. He visto colocar sobre su cabeza la tiara roja y la tiara blanca. Y seis años después me desterró. Pero, según el cálculo de los escribas, era el trigésimo segundo año de su reinado. Cuanto se escribió entonces y ahora, ¿no es acaso ajeno a la verdad?
A aquel que vivía de la verdad lo he despreciado durante su vida a causa de su debilidad, y he vuelto a encontrar el terror que sembraba en el país de Kemi a causa de su verdad. Ahora su venganza pesa sobre mí, porque yo también quiero vivir en la verdad, no por su dios, sino por mí mismo. La verdad es un cuchillo afilado, la verdad es una llaga incurable, la verdad es un ácido corrosivo. Por esto, durante los días de su juventud y de su fuerza, el hombre huye de la verdad hacia las casas de placer y se ciega con el trabajo y con una actividad febril, con viajes y diversiones, con el poder y las construcciones. Pero viene un día en que la verdad lo atraviesa como un venablo y ya no siente más el júbilo de pensar o trabajar con sus manos, sino que se encuentra solo, en medio de sus semejantes, y los dioses no aportan ningún alivio a su soledad.
Yo, Sinuhé, escribo esto con plena conciencia de que mis actos han sido malos y mis caminos injustos, pero también con la certidumbre de que alguien obtendría de ello una lección para sí si por casualidad me leyere. Por esto escribo para mí mismo. ¡Que otros borren sus pecados en el agua sagrada de Amón! Yo, Sinuhé, me purifico escribiendo mis actos. ¡Que otros hagan pesar las mentiras de su corazón en las balanzas de Osiris! Yo, Sinuhé, peso mi corazón con una brizna de junco.
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