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26 enero 2011
17 septiembre 2009
Puertas y portones
10. Señor Abate, Señor Abate
(Abate y Coro)
Damas. ¡Señor Abate! ¡Señor Abate!
Abate. ¡Señoras mías!
Damas. ¿Será verad?
¡Que la Princesa se mete monja!
¡Que en las Descalzas va a profesar!
Abate y damas. ¡Oh! ¡Ah!
¿Tantos encantos, tanta belleza,
en la clausura van á parar?
Abate. Seductoras criaturas,
no más perlas derraméis,
que aunque llene mi pañuelo,
quien las compre no hallaré.
[ Damas. ¡Hable usted! ¡Hable usted!
¡Ah! Porque el llanto en nuestros ojos,
¡ah! no podemos contener.
¡Eeh! no podemos contener,
Abate. ¡Eeh! no más perlas derraméis.
Yo soy la gaceta de toda la villa,
la corte se humilla ante mi poder.
¿Tendría yo excusa si nuestra Princesa
entrase reclusa, cuando nada sé?
Niego en conclusión, niego en conclusión
que pueda entrar monja sin saberlo yo.
En prueba de lo cual, en prueba de lo cual,
hago una cuarteta por punto final.
Damas. Vemos con dolor, vemos con dolor
que el señor Abate está en error.
Ya en los altares arden los cirios,
llena de gentes la iglesia está
y en los umbrales de este palacio
hay dos carrozas de casa real!
Abate. ¡Ah, ya!
Damas. Aquí a la Virgen, novia de Cristo,
la están vistiendo traje nupcial:
dentro de una hora sale del mundo
a donde nunca debe tornar, ¡ah!
Abate. ¡Ah, ya!
(Ardid de la Princesa,
sin duda debe ser,
no entiendo una palabra,
mas yo la ayudaré.)
¡Ya que es inútil seguir negando
lo que no ignora nadie en Madrid,
confirmo a ustedes que la Princesa
será profesa hoy mismo sí.
Abate y damas. ¡Ih! ¡Ah!
¿Tantos encantos, tanta belleza,
en la clausura van aparar? ]
Damas. ¡Una rival de menos
y un pretendiente más
va a profesar, ¡Ay qué pesar!
Abate. (No entiendo una palabra,
mas yo la ayudaré.)
Va a profesar, ¡Ay qué pesar!
(Abate y Coro)
Damas. ¡Señor Abate! ¡Señor Abate!
Abate. ¡Señoras mías!
Damas. ¿Será verad?
¡Que la Princesa se mete monja!
¡Que en las Descalzas va a profesar!
Abate y damas. ¡Oh! ¡Ah!
¿Tantos encantos, tanta belleza,
en la clausura van á parar?
Abate. Seductoras criaturas,
no más perlas derraméis,
que aunque llene mi pañuelo,
quien las compre no hallaré.
[ Damas. ¡Hable usted! ¡Hable usted!
¡Ah! Porque el llanto en nuestros ojos,
¡ah! no podemos contener.
¡Eeh! no podemos contener,
Abate. ¡Eeh! no más perlas derraméis.
Yo soy la gaceta de toda la villa,
la corte se humilla ante mi poder.
¿Tendría yo excusa si nuestra Princesa
entrase reclusa, cuando nada sé?
Niego en conclusión, niego en conclusión
que pueda entrar monja sin saberlo yo.
En prueba de lo cual, en prueba de lo cual,
hago una cuarteta por punto final.
Damas. Vemos con dolor, vemos con dolor
que el señor Abate está en error.
Ya en los altares arden los cirios,
llena de gentes la iglesia está
y en los umbrales de este palacio
hay dos carrozas de casa real!
Abate. ¡Ah, ya!
Damas. Aquí a la Virgen, novia de Cristo,
la están vistiendo traje nupcial:
dentro de una hora sale del mundo
a donde nunca debe tornar, ¡ah!
Abate. ¡Ah, ya!
(Ardid de la Princesa,
sin duda debe ser,
no entiendo una palabra,
mas yo la ayudaré.)
¡Ya que es inútil seguir negando
lo que no ignora nadie en Madrid,
confirmo a ustedes que la Princesa
será profesa hoy mismo sí.
Abate y damas. ¡Ih! ¡Ah!
¿Tantos encantos, tanta belleza,
en la clausura van aparar? ]
Damas. ¡Una rival de menos
y un pretendiente más
va a profesar, ¡Ay qué pesar!
Abate. (No entiendo una palabra,
mas yo la ayudaré.)
Va a profesar, ¡Ay qué pesar!
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