—Vuestra merced sí que es
escudero fiel y legal, moliente y corriente,
magnífico y grande, como lo muestra este
banquete, que si no ha venido aquí por arte de
encantamento, parécelo a lo menos, y no como yo,
mezquino y malaventurado, que solo traigo en mis
alforjas un poco de queso tan duro, que pueden
descalabrar con ello a un gigante; a quien hacen
compañía cuatro docenas de algarrobas
y otras tantas de avellanas y nueces, mercedes a la
estrecheza de mi dueño, y a la
opinión que tiene y orden que guarda de que los
caballeros andantes no se han de mantener y sustentar
sino con frutas secas y con las yerbas del campo.
Don Quijote, II, cap XIII.