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30 abril 2022

Sobre el comienzo de unos libros... Hoy: Tom Sharpe, Vicios ancestrales

Lord Petrefact pulsó el timbre del brazo de su silla de ruedas y sonrió. No era una sonrisa encantadora, pero casi todos los que conocían bien al presidente del Grupo de Empresas Petrefact, que eran un grupo de desdichados poco numeroso, jamás esperaban de él sonrisas encantadoras. Incluso su Majestad la Reina, que, contra su juiciosa opinión, se dejó convencer por un nada escrupuloso primer ministro y acabó concediendo a Ronald Osprey Petrefact un título honorífico, pensó que su sonrisa era casi amenazadora. A los dignatarios de categoría inferior les reservaba sonrisas que iban desde lo reptilino hasta lo francamente sádico, según la importancia que él les diera, cosa que dependía exclusivamente de la utilidad temporal que tuvieran para él, o, en el caso de sus sonrisas más memorables, de que no le sirvieran absolutamente de nada.

En pocas palabras, la sonrisa de Lord Petrefact era simplemente la aguja indicadora de su barómetro mental, cuya escala jamás registraba tendencias más optimistas que tiempo bonancible, aunque por lo general anunciaba borrascas. Y desde que contrajo su enfermedad, causada por los esfuerzos combinados de uno de sus asesores financieros (que desprestigió sin querer unas acciones recientemente adquiridas por Lord Petrefact) y una ostra especialmente resentida, su sonrisa había adquirido una tendencia ladeada tan notable que, a veces, los que estaban sentados a uno de sus lados podían creer que, más que sonreír, estaba enseñando la dentadura postiza.

Pero esta mañana en particular casi rozaba la afabilidad. Se le había ocurrido, por decirlo con su metáfora preferida, una forma de matar dos pájaros de un tiro, y como uno de esos pájaros era un miembro de su familia, el plan le resultaba especialmente agradable. Al igual que muchos grandes hombres, Lord Petrefact detestaba a sus más próximos y queridos parientes, y su grado de proximidad, así como, en el caso de su hijo Frederick, su altísimo costo económico, estaban en proporción directa con la intensidad de su odio. Pero lo que se le había ocurrido no iba a servir solamente para dar la patada a su familia más inmediata. Los numerosos e infernalmente influyentes Petrefact que se encontraban esparcidos por el mundo se indignarían infinitamente, y como ellos le habían criticado siempre, a Lord Petrefact le proporcionaba un inmenso placer saborear por anticipado sus reacciones de furia.

15 junio 2021

15 de junio

—Lord Tankerell —dijo Schnabel—. Seguro que ha oído hablar de él. Fue fiscal general del Estado hace unos cuantos años.

—¿Ése? ¿Y a eso le llama usted una fuente fiable, a un ex fiscal? Esos mamones no son capaces ni de deletrear sus nombres, de puro tontos.

—Ya. Pues los nombres de Karl K. y Ross Skundler no los van a tener que deletrear, porque están escritos bien clarito en la firma de sus declaraciones juradas —dijo Schnabel—. Si los leen aquí, le caen de doce a veinte años, y si lo hacen en los Estados Unidos, la perpetua. Tienen una prisión para los juzgados por la RICO en un sitio que se llama Marian. Alta seguridad. De allí sólo se sale con los pies por delante.

Hubo una larga pausa mientras Hartang digería esta información. Se estaba poniendo malo sólo de pensarlo.

—¿Qué es la RICO? —preguntó.

22 de noviembre

  Deirdre frunció el entrecejo. —No al «Traiga y Compre» de Nochebuena —dijo—. Fue al anterior… al de la Fiesta de la Cosecha. —La Fiesta de...