El 26 de abril, el juez Guy intercedió en favor de un traficante de drogas dos veces condenado, Tyrone Perry, cuando se le interrogaba como testigo, y posible sospechoso, de un asesinato cometido en la residencia del señor Perry. El juez Guy se presentó en la Sala 527 de la Jefatura de Policía y conminó a los agentes de la Brigada de Homicidios que llevaban el interrogatorio, a que dejasen en libertad al testigo porque «en este momento hablo como presidente del Tribunal». Cuando el sargento general Hunter cuestionó la ortodoxia de aquello, el juez Guy le agarró del brazo y le empujó contra una mesa. El señor Hunter formuló su protesta por aquel trato y el juez Guy dijo ante testigos: «Le empujo porque me da la gana. Está ante mi tribunal y como abra la boca le condeno por desacato». Y el juez Guy salió luego de Jefatura junto con el señor Perry.
Otra declaración describe un incidente en que el demandado mostró una actitud improcedente en un letrado, vejando a un agente de policía. El demandado había presidido un caso de asesinato, en el que uno de los tres acusados era Marcelle Bonnie. Los cargos contra la señorita Bonnie fueron desestimados en la vista preliminar.
Hablando de la próxima celebración del juicio con el sargento Wendell Robinson, de la Sección de Homicidios, el juez Guy le reveló que había conocido a la señorita Bonnie en un bar y había pasado la noche con ella. Añadió que «era una tía buena y de lo mejorcito que había visto follando».
Al sargento Robinson le sorprendió desagradablemente que un juez se jactara de haber compartido actos sexuales con una persona acusada de asesinato. En consecuencia redactó un informe sobre el incidente, que entregó a sus superiores.
El demandado conoció la existencia de dicho informe y demostró su carácter vengativo esforzándose de forma incorrecta y grosera en deteriorar la credibilidad de Robinson, al que se refirió ante testigos calificándolo de «Tío Tom lameculos que quiere hacerse pasar por blanco porque tiene la piel clara».
Elmore Leonard
Ciudad salvaje
Alvin Guy es una de las personas más detestadas por los abogados, fiscales, delincuentes y policías de Detroit. Juez de raza negra, corrupto y brutal, Guy forma parte del Tribunal de la Magistratura de la ciudad hasta que la comisión de deontología profesional le separa del cargo. Poco tiempo después su cadáver aparece acribillado a balazos dentro de su automóvil. A escasa distancia de allí es encontrada muerta, de tres disparos, una mujer. Ambos crímenes guardan inquietantes semejanzas…
Raymond Cruz, teniente de la Sección de Homicidios de la Policía de Detroit, se hace cargo del caso. Las primeras investigaciones apuntan inequívocamente hacia Clement Mansell, un conocido delincuente que mantiene una vieja cuenta pendiente con el teniente Cruz. A partir de entonces se entabla entre ambos hombres un duelo a muerte. Cruz somete a estrecha vigilancia a Clement y su novia, una joven atractiva. Pero Clement es muy hábil y sabe eludir las pruebas que lo inculpan. El elemento decisivo para la resolución del caso es el arma homicida, una pistola Walter del 38, que Clement se ha encargado de hacer desaparecer en los ambientes del hampa…