Por ejemplo, a menudo oímos a los adultos quejarse por tener que esperar el tren en una estación. ¿Han oído quejarse alguna vez a un niño de tener que esperar el tren en una estación? No, porque para él estar en una estación de ferrocarril es como estar en una caverna maravillosa o en un palacio de poéticos placeres. Porque para él las luces rojas y verdes de las señales son como un nuevo sol y una nueva luna. Porque para él, cuando el brazo de madera de la señal cae de repente, es como si un gran rey hubiera arrojado su cetro al suelo como señal y hubiera dado comienzo a un ensordecedor torneo entre trenes. Yo mismo tengo hábitos infantiles al respecto.
G. K. Chesterton
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