11 septiembre 2022
10 septiembre 2022
FLORESTA DE LA ANT. LÍRICA POPULAR
(Canzoniére
Classcnse.) Sin duda era boda de viejos o viudos que tal cencerrada merece.
Una
música le dan
a
Juanilla en este son:
dinguilindín,
dongolondón,
fan
farán fan,
bu
bu bum bum,
¡viva
la gala de Pero Antón!
Antón
que está fuertemente
de
Juanilla enamorado
una
música ha trazado
con
Bartolo, Paulo y Llórente.
Todos
de concierto están
de
tañer el esquilón :
dinguilindín,
dongolondón
fan
farán fan,
bu
bu bum bum,
¡viva
la gala de Pero Antón!
Llevo
sartén y caldera,
porque
Antón mejor gusta,
porque
en estremo gusta
de
música de espetera
y,
por si enemigos van,
sacó
Llórente un lanzón :
dinguilindín,
dongolondón,
fan
farán fan,
bu
bu bum bum,
¡viva
la gala de Pero Antón!
Pensando
que está despierta
comenzó
Juan el primero
con
la mano del mortero
a
dalle en la delantera,
y,
aunque durmiendo están,
recordaron
a este son :
dinguilindín,
dongolondón,
fan
farán fan,
bu
bu bum bum,
¡viva
la gala de Pero Antón!
Antón
tocaba el harnero
y
Paulo su guitarrilla,
Bartol
le tiró a Juanilla
con
el boche del zapatero,
entró
Gil y sagrestán
cantando
el quirie eleyson,
dinguilindín,
dongolondón,
fan
farán fan,
bu
bu bum bum,
¡viva
la gala de Pero Antón!
(Canzoniére
Classcnse.) Sin duda era boda de viejos o viudos que
tal cencerrada merece.
FLORESTA
DE LA ANT. LÍRICA POPULAR
Julio Cejador y Frauca
09 septiembre 2022
LAS HOJAS DEL OTOÑO (1831)
SOL PONIENTE
Esta tarde se ha puesto el sol entre las nubes;
Al alba habrá tormenta y al ocaso, y de noche;
Vendrá luego otra aurora de obstruidos vapores;
Después noches y días, pasos del tiempo que huye.
Estos días pasarán y pasarán en tromba
Sobre el rostro de mares, sobre la faz de montes,
Sobre los ríos de plata, los bosques donde rueda
Como un himno confuso de los muertos que amamos;
Y el rostro de las aguas y el perfil de las cumbres
Plegados, más lozanos y los verdeantes bosques
Remozados al cabo, y el riachuelo campestre
al monte robará la onda que al mar entrega.
Pero yo, con la frente más baja cada día,
Yo pasaré y, friolento, bajo este cielo alegre,
Me marcharé muy pronto, en mitad de la fiesta
Sin que nada le falte al mundo luminoso.
Esta tarde se ha puesto el sol entre las nubes;
Al alba habrá tormenta y al ocaso, y de noche;
Vendrá luego otra aurora de obstruidos vapores;
Después noches y días, pasos del tiempo que huye.
Estos días pasarán y pasarán en tromba
Sobre el rostro de mares, sobre la faz de montes,
Sobre los ríos de plata, los bosques donde rueda
Como un himno confuso de los muertos que amamos;
Y el rostro de las aguas y el perfil de las cumbres
Plegados, más lozanos y los verdeantes bosques
Remozados al cabo, y el riachuelo campestre
al monte robará la onda que al mar entrega.
Pero yo, con la frente más baja cada día,
Yo pasaré y, friolento, bajo este cielo alegre,
Me marcharé muy pronto, en mitad de la fiesta
Sin que nada le falte al mundo luminoso.
Victor Hugo
Lo que dice la boca de sombra y otros poemas
08 septiembre 2022
Así comienza: Pedro Páramo
Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría; pues ella estaba por morirse y yo en plan de prometerlo todo. «No dejes de ir a visitarlo —me recomendó—. Se llama de este modo y de este otro. Estoy segura de que le dará gusto conocerte». Entonces no pude hacer otra cosa sino decirle que así lo haría, y de tanto decírselo se lo seguí diciendo aun después que a mis manos les costó trabajo zafarse de sus manos muertas.
Todavía antes me había dicho:
—No vayas a pedirle nada. Exígele lo nuestro. Lo que estuvo obligado a darme y nunca me dio… El olvido en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro.
—Así lo haré, madre.
Pero no pensé cumplir mi promesa. Hasta que ahora pronto comencé a llenarme de sueños, a darle vuelo a las ilusiones. Y de este modo se me fue formando un mundo alrededor de la esperanza que era aquel señor llamado Pedro Páramo, el marido de mi madre. Por eso vine a Comala.
Era ese tiempo de la canícula, cuando el aire de agosto sopla caliente, envenenado por el olor podrido de las saponarias.
El camino subía y bajaba: «Sube o baja según se va o se viene. Para el que va, sube; para el que viene, baja».
—¿Cómo dice usted que se llama el pueblo que se ve allá abajo?
—Comala, señor.
—¿Está seguro de que ya es Comala?
—Seguro, señor.
—¿Y por qué se ve esto tan triste?
—Son los tiempos, señor.
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