03 abril 2021
02 abril 2021
2 de abril.
CALSKRONA
Sábado, 2 de abril.
ESTÁBAMOS EN Calskrona una noche de luna clara. Hacía un tiempo hermoso y encalmado, aunque durante el día se desencadenó una tempestad acompañada de fuerte lluvia. Los habitantes de la ciudad esperaban, sin duda, que el mal tiempo continuaría, a juzgar por las escasas personas que transitaban por las calles.
Cuando llegaron Okka y su bandada, la ciudad parecía desierta. Era ya tarde y los patos volaban en busca de un refugio seguro en las islas, no atreviéndose a permanecer en tierra firme por miedo a la zorra Esmirra.
Los patos volaban a gran altura, y Nils, que contemplaba el mar y las islas, observaba desde lo alto que todo tenía un aspecto irreal y fantástico. El cielo no era azul, sino verde, y lo cubría todo como una inmensa bóveda de vidrio. El mar era blanco como la leche y en toda la extensión que alcanzaba la mirada de Pulgarcito sucedíanse las pequeñas olas blancas con sus rizos de plata. En medio de tanta blancura aparecían negras las islas que en gran número se destacan frente a la costa, lo que le causaba al pequeño la impresión de haber sido transportado al otro mundo.
Aquella noche se había propuesto Nils ser valiente; pero repentinamente se le apareció algo que le asustó en gran manera. Era una gran isla rocosa, cubierta de enormes bloques cuadrados, entre los cuales había un semillero de pequeños granos de oro. Al punto le asaltó la memoria la piedra de Magle en Trolle-Ljungby, que los duendes levantaban algunas veces durante la noche sobre altas columnas de oro. Esto debía ser algo parecido, según imaginaba. Pero lo que le sobresaltó todavía más fue el ver multitud de cosas inquietantes en el agua que rodeaba la isla. Se hubiera dicho que eran ballenas, o tiburones, u otros monstruos marinos; pero el muchacho comprendió que debían ser los duendes del mar, reunidos para ir al asalto de la isla y luchar con el duende de la tierra. Efectivamente, en lo más alto de la isla, un gigante, de pie, extendía desmesuradamente sus dos brazos al cielo.
Nils quedó aterrorizado al darse cuenta de que los patos iban a descender.
—¡No, no, eso no! ¡No descendamos! —gritaba.
Los patos no prestaron atención a sus gritos y pronto quedó el muchacho sorprendido y avergonzado por haberse equivocado de aquella manera. Los grandes bloques de piedra no eran sino casas; los puntos de oro brillantes eran los reverberos de la luz y las ventanas iluminadas. El gigante que extendía los brazos era una iglesia de torres cuadradas y los monstruos y los duendes del mar eran pequeñas embarcaciones y grandes buques anclados y amarrados en torno de la isla. Hacia la parte de tierra había, sobre todo, muchos botes de remo, otros a vela y pequeñas embarcaciones a vapor para la navegación costera; pero al otro lado eran ya grandes barcos de guerra: acorazados, unos anchurosos, con sus enormes chimeneas inclinadas hacia atrás, otros largos, finos, construidos de modo que podían cruzar el agua como los peces.
¿Qué ciudad era aquélla? Nils encontró la respuesta al descubrir los barcos de guerra. Siempre había pensado con amor en los barcos, aunque el pobre no conoció hasta entonces otras embarcaciones que las barquitas de corcho que hizo navegar en las charcas que encontrara junto a los caminos; pero al punto comprendió que un puerto en donde hallábanse anclados tantos buques de guerra, no podía ser otro que el de la ciudad de Calskrona.
El abuelo materno de Nils fue un antiguo marinero de la flota de guerra; mientras vivió no hubo día en que dejase de hablar de Calskrona, del gran astillero de la marina y de todo lo que tuviera relación con ello.
Nils tuvo el tiempo preciso para echar una ojeada sobre las torres y las fortificaciones que forman la entrada del puerto. Okka descendió con su bandada sobre la plana techumbre de una iglesia.
Ciertamente era aquél un buen punto para librarse de las acechanzas de la zorra, y el muchacho confiaba en que aquella noche podría descansar bajo las alas del pato. Le convendría dormir. Después, cuando se hiciera de día, contemplaría a sus anchas el astillero y los buques.
Nils no se explicaba las causas de que no pudiera permanecer tranquilo ni le fuera posible esperar a que amaneciera para ver los barcos. Apenas habría dormido cinco minutos, se desprendió del ala del pato y deslizóse a lo largo del pararrayos y de las canales.
Selma Lagerlöf
El maravilloso viaje de Nils Holgersson
El pequeño Nils Holgersson ha sido convertido en un duende en castigo por su mal comportamiento. Para romper el hechizo y volver a ser un niño deberá acompañar a una bandada de gansos en su viaje a través de Suecia. Junto a ellos vivirá numerosas aventuras, unas peligrosas y otras divertidas, pero ninguna le dejará indiferente. Este va a ser para Nils el viaje de su vida, el descubrimiento de un mundo que le cambiará para siempre y le convertirá en persona, en todos los sentidos.
El maravilloso viaje de Nils Holgersson es una famosa obra de ficción de la autora sueca Selma Lagerlöf, publicada en dos partes en 1906 y 1907. El telón de fondo para la publicación fue un encargo de la Asociación Nacional de Maestros en 1902 para escribir un libro de lecturas de geografía para las escuelas públicas.
«Ella le dedicó tres años a estudiar la naturaleza y familiarizarse ella misma con la vida de los animales y las aves. Investigó folclore inédito y leyendas de diferentes provincias. Todo este material lo entrelazó ingeniosamente en su historia».
Un libro de una prosa excelente, cuya autora mereció el premio Nobel de literatura en 1909, repleto de historias emocionantes, personajes conmovedores, y brillantes reflexiones sobre la naturaleza humana.
01 abril 2021
1 de abril
1 de abril de 1939
Gran alegría. Hemos ganado la Guerra Civil. La casa, por la ventana. Bussy ha forrado de banderas nuestra casa. Se anuncia un Desfile de la Victoria en Madrid, y le he planteado a mi marido la conveniencia de estar ahí, para convidar a Franco y a doña Carmen a La Jaralera. Creo que iremos. El aña, emocionada, me asegura que el niño ha dicho «no». Bussy está preocupado por su escasa contribución personal a la Victoria. El general Queipo de Llano nos ha ayudado y ha firmado un documento en el que explica que mi marido ha cumplido con honor sus labores de espía. Porque lo cierto es que no ha puesto un pie en el frente. Me importa un bledo que el niño diga «no» o «sí». Lo importante es la Victoria. Bussy es partidario de la vuelta del Rey, pero a mí el que me gusta es Franco. Y creo que a Franco le gusta más Franco que el Rey.
La Victoria de los Nacionales me ha salvado. Mi madre apenas se acuerda de mí, a pesar de mi extraordinario avance parlante. Gracias al aña, puedo presumir de que dije «no» el 1 de abril. Y me puede servir para ser reivindicado en la Memoria Histórica. Una noticia de alcance: «El marqués de Sotoancho, con un año de edad, se opuso a la Victoria de Franco en la Guerra Civil». Me podría caer una subvención.
Alfonso Ussía Muñoz-Seca
El diario de Mamá
Memorias del marqués de Sotoancho 10
Una nueva y divertida aventura del marqués de Sotoancho. La madre del marqués murió en el tomo anterior, dejando tranquilo al pobre marqués y haciéndole un hombre mucho más rico de lo que ya era. Pero su muerte no significa que deje de maltratarle como ha venido haciendo desde que él era un niño. Ha dejado un Diario en el que su maldad se hace más evidente, si cabe. El pobre marqués lee el diario cuando sus actividades diarias se lo permiten. Mientras tanto, tiene que organizar una cacería a la que está invitado el juez Garzón y, muy probablemente, el ministro Bermejo. El marqués de Sotoancho es un niño bien y mimado, de la alta aristocracia española, con finca en Andalucía, de los que no ha trabajado en su vida y vive completamente ajeno a la realidad. Pero su vida está llena de estrés y problemas que normalmente vienen producidos por la gente que trabaja para él y por su mujer, mucho más joven que él y guapísima.
31 marzo 2021
31 de Marzo
EN QUE SE DA NOTICIA DE LA MUERTE DEL REY
Agora sí que veo tan perdida mi causa como lo fue aquella armada invencible que mandaba el segundo Filipo a pelear contra Inglaterra.
En la madrugada de hoy, 31 de Marzo de 1621, ha tenido el triste fin que se esperaba la vida de S. M.
Con esto cambiaron próceres y magnates sus ascendencias y destinos, y mi pretensión quedará sin efecto, aunque bien pudiera el Señor disponer un milagro haciendo que en este revuelo viniera algún alma justiciera que no me dejara de la mano.
De poco han servido procesiones y rogativas por la salud del monarca, ni traer y llevar hasta Casarrubios el preciado cuerpo del glorioso San Isidro, que bien se ve que a Dios no convenía que se obrara prodigio alguno, que viendo en qué descuidadas manos estaba España, sin duda que pensó: «Mejor se está sin Rey.»
Y qué bien recelaba su augusto padre cuando, ya al borde del sepulcro y hecho una inmunda pestilencia, dijo viéndole tan mozo y tan débil:
—«Y como temo que me le han de gobernar…» que así ha sido.
Todo el tiempo que asentó en el trono no fué más que escarnio, juego y mofa de sus favoritos los duques de Lerma y de Uceda, y del ambicioso e intrigante P. Aliaga.
Por cierto que ahora cuéntanse cosas infamemente peregrinas del penúltimo, a quien pienso que Dios ha de acabar de mala muerte, por hijo desnaturalizado.
Su padre el Cardenal parece que había pensado en él para descansar de las trapacerías de su ministerio, y llevóle a palacio; pero el aprovechado vástago entróse de tal manera y tan presto en el ánima del monarca, que no tardó en desbancar al padre y hacelle la contra, y se dice que más de dos veces y en la misma regia cámara hubieron de sostener violentísimas escenas el padre y el hijo, en las que faltó poco para que dieran el monstruoso espectáculo de venir a las manos.
Al fin venció el de Uceda por entero en la voluntad del Rey, y salió desterrado para sus posesiones de Lerma el favorito en desgracia.
Diz que ayer noche, en un momento de lucidez, quiso el moribundo soberano reconciliarse con sus enemigos, para tener en ellos un montón más de rogativas por la bienaventuranza de su alma luego de que dejase este mundo pecador, y mandó que le llevasen una lista de todos cuantos padecían pena de destierro.
Hízose como mandaba, y el mismo Uceda escribió los nombres de todos, entre los que, por indicación del P. Aliaga, puso el de su progenitor.
Presentóles al Rey.
Este pidió una pluma, y conforme iba pasando los ojos por ellos, tachaba el renglón, dando así a entender que perdonaba al que fuese.
Pero he aquí que no había llegado a la mitad, cuando acometióle un desmayo y cayó de sus manos pluma y papel sin haber dado por finalizada la piadosa obra. Así es que los que estaban sin tachadura interpretóse falsamente que no habían merecido la gracia del monarca; el último nombre de todos era el del duque de Lerma.
Nunca creyera que pudiese haber en el mundo tan monstruosa enemiga con un padre, que aunque éste hiciere todo género de bellaquerías contra un hijo (caso que en esta ocasión dábase muy al contrario) jamás había de germinar la semilla del rencor en el pecho del ofendido, porque fuera (y así es en esta ocasión), como maldecir de su sangre y por ende no tenerse como bien nacido.
Diz que mañana trasladarán el cuerpo del Rey al panteón de El Escorial, y ya hoy han comenzado los preparativos, que no hay pie ni mano que sosiegue dentro del Alcázar.
Valiéndome de la amistad que hice con un secretario de sala, subí este mediodía a ver el cadáver y rogar a Dios porque le dé eterno descanso, aunque si tanto da en descansar allá en el cielo como acá en la tierra, no pienso que haya justo más reposado en toda la corte celestial.
Tiénenle puesto en la capilla, sobre un rico túmulo, al que bien pudiera aplicarse el magnífico soneto de Miguel de Cervantes.
Por la altura en que está no alcanza a verse el cuerpo; únicamente asoma un poco el perfil y las manos cruzadas sobre el pecho, en las que sustenta un primoroso crucifijo de antiguo marfil.
Todo el templo está cuajado de paños negros, y solamente alumbrado por los blandones que rodean el túmulo, los cuales están embutidos en maravillosos candelabros de plata labrada, de doce brazos cada uno.
Velan continuamente los monteros de Espinosa.
AA. VV.
La Voz de la Conseja Tomo II
Selección de las mejores novelas breves y cuentos de los más esclarecidos literatos
La Voz de la Conseja - 2
Emilio Carrere recibió el encargo de La Casa editorial V. H. de Sanz Calleja de preparar una antología de cuentistas modernos de habla castellana.
Quiso dar acogida «no sólo a los cuentistas españoles, sino también a los hermanos en lengua cervantina de las Repúblicas latinas de América. Tan españoles son como nosotros por la lengua, que es el espíritu, razón más fuerte esta del idioma que la geográfica», presentando todas las orientaciones y todos los estilos, con la intención de hacer lectores y libreros amantes del libro.
La obra fue editada en tres tomos, el segundo de los cuales incluye las siguientes obras:
Olor de santidad (Cuento premiado por el Circulo de Bellas Artes), de Bernardo Morales San Martín.
Así murió el conde, de Diego San José. (El texto extraído de esta novelita)
El rabión, de Concha Espina.
La fría mano del misterio, de Wenceslao Fernández-Flórez.
Tremielga, de José Ortega Munilla.
Noche servia, de Vicente Blasco Ibáñez.
Pruebas de amor, de Felipe Trigo.
Los anteojos de color, de José Echegaray.
Vida nueva, de Serafín y Joaquín Álvarez Quintero.
El disfraz, de Álvaro Retana.
El rasgo de Pañizosa, de Gutiérrez Gamero.
Eucaristía, de Antonio de Hoyos y Vinent.
En la presente edición se han mantenido las normas ortográficas, gramaticales y tipográficas de la edición de 1918, a partir de la cual se ha realizado esta.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)