13 diciembre 2020

13 de diciembre, día de Santa Lucía.

A principios de la década de los sesenta, toda jovencita que se tildara de moderna devoraba la traducción española de un libro publicado en Francia en abril de 1949 por Simone de Beauvoir, la compañera de JeanPaul Sartre. Se titulaba El segundo sexo, y la cosecha de su lectura coincidía con el auge de la música de los Beatles. Empezaba a proliferar el espécimen de la muchacha que iba a bailar a las boîtes, llegaba tarde a cenar, fumaba, hacía gala de un lenguaje crudo y desdolido, había dejado de usar faja, no estaba dispuesta a tener más de dos hijos y consideraba no sólo una antigualla sino una falta de cordura llegar virgen al matrimonio. 

El sexo hasta hace pocos años relativamente era tema tabú —escribiría López Aranguren— y se ha convertido ahora en obsesivo… La sexualidad ha sido convertida en un «market value» susceptible de intensa, omnipresente explotación: nuestra «sociedad de consumo» lo es, capitalmente, de consumo erótico. 

Pero ésa es otra historia, también bastante enredosa y compleja: la de los usos amorosos de los años sesenta y setenta. Esperemos que alguien tenga la paciencia de reunir los materiales de archivo y de memoria suficientes para contárnosla bien algún día. 

Terminé de redactar este trabajo el día de Santa Lucía, abogada de la vista. 
Concédenos, Señora, mientras dure nuestro paso por este valle de lágrimas y mudanzas, el privilegio de seguir mirando. 
Madrid, 13 de diciembre de 1986.

Carmen Martín Gaite
Usos amorosos de la postguerra española

Ocas

 ocas

12 diciembre 2020

12 de Diciembre

Orbajosa 12 de Diciembre 

«Una sensible noticia tengo que dar a usted. Ya no tenemos penitenciario, no precisamente porque haya pasado a mejor vida, sino porque el pobrecito está desde el mes de Abril tan acongojado, tan melancólico, tan taciturno, que no se le conoce. Ya no hay en él ni siquiera dejos de aquel humor ático, de aquella jovialidad correcta y clásica que le hacía tan amable. Huye de la gente, se encierra en su casa, no recibe a nadie, apenas toma alimento, y ha roto toda clase de relaciones con el mundo. Si le viera usted no le conocería, porque se ha quedado en los puros huesos. Lo más particular es que ha reñido con su sobrina y vive solo, enteramente solo en una casucha del arrabal de Baidejos. Ahora dice que renuncia a su silla en el coro de la catedral y se marcha a Roma. ¡Ay! Orbajosa pierde mucho perdiendo a su gran latino. Me parece que pasarán años tras años y no tendremos otro. Nuestra gloriosa España se acaba, se aniquila, se muere».

Benito Pérez Galdós 
Doña Perfecta 

Anguila de mazapán

 Día de Navidad de 2013

11 diciembre 2020

11 de Diciembre

Considerando el Almirante la desdicha de los cristianos perdidos, y la mala suerte que tuvo tanto en el mar como en aquel país, pues una vez perdió la nave y otra la gente y la fortaleza, y que no lejos de allí había lugares más cómodos y mejores para poblar, el sábado, a 7 de Diciembre, salió con su armada, yendo hacia Levante, y llegó, a la tarde, no lejos de las islas de Monte Cristo, donde echó anclas. Al día siguiente, pasó, frente a Monte Cristo, por las siete islillas bajas que hemos mencionado, que si bien tenían pocos árboles, pero, no sin belleza, porque en aquella estación, que corría el invierno, encontraron flores, y nidos, unos con huevos, otros con pajarillos, y todas las demás cosas propias de verano. 

De allí fue a dar fondo a un pueblo de indios, donde con propósito de edificar un pueblo, salió con toda la gente, los bastimentos y los artificios que llevaba en su armada, a un llano junto a una peña en la que segura y cómodamente se podía construir una fortaleza. Allí fundó una villa, a la que dio el nombre de La Isabela, en memoria de la Reina Doña Isabel. Muchos juzgaron bueno su sitio, porque el puerto era muy grande, aunque descubierto al Noroeste, y tenía un hermosísimo río, tan ancho como un tiro de ballesta, del que se podían sacar canales que pasaran por medio de la villa; además, se extendía cerca una muy ancha vega, de la que, según decían los indios, estaban próximas las minas de Cibao. Por todas estas razones, fue tan diligente el Almirante en ordenar dicha villa, que juntándosele el trabajo que había sufrido en el mar con el que allí tuvo, no sólo careció le tiempo para escribir, según su costumbre, diariamente lo que sucedía, sino que cayó enfermo, y por todo ello interrumpió su Diario desde el 11 de Diciembre, hasta el 12 de Marzo del año 1494. En cuyo tiempo, luego que tuvo ordenadas las cosas de la villa lo mejor que pudo, para las de fuera, en el mes de Enero mandó a Alonso de Hojeda con quince hombres, a buscar las minas de Cibao. Después, a 2 de Febrero, tornaron a Castilla doce navíos de la armada, con un capitán llamado Antonio de Torres, hermano del aya del Príncipe don Juan, hombre de gran prudencia y nobleza, de quien el Rey Católico y el Almirante se fiaban mucho. Este llevó prolijamente escrito cuanto había sucedido, la calidad del país, y lo que era necesario que allí se hiciese.

Fernando Colón
Historia del Almirante
Crónicas de América

¡A trabajar!

 Mañana comienza el trabajo

10 diciembre 2020

10 de diciembre

A las seis de la mañana del día 10 de diciembre, en un lanchón de Benolié, se dirigió al bergantín, y a las seis y media zarpó con viento fresco, dejando al poco rato de verse Gibraltar y las costas de África. 

Aviraneta, que llevaba unos días sin dormir bien, quizá por el medio mareo que padecía o porque bebió un poco de vino, se echó en la cama, y no despertó hasta el día siguiente, a las once. 

Al salir vestido a cubierta, sir John, el capitán, comenzó a reír al verle, y le dijo: 

—Usted es un lobo de mar, cuando ha podido dormir con el huracán tan terrible que hemos tenido. 

Al tercer día de tormenta, antes de meterse en la cama, agarrándose a lo que pudo, llegó a la cocina y comió algún fiambre. Desde la salida de Gibraltar no se había podido encender la cocina. 

Al día siguiente llegaron a la isla de Porquerolles, donde anclaron. Se compraron víveres, se encendió la cocina, y comieron por primera vez caliente y de manera espléndida. 

A medianoche se hicieron a la vela con tiempo hermoso, y a los doce días de dejar las costas de Francia estaban a la vista de Alejandría. 

Por la mañana, al amanecer, se levantó don Eugenio de la cama, y se asomó a la borda. No se veía más que la costa baja, amarillenta, iluminada por el sol; la ciudad, vagamente, y la columna de Pompeyo, que se destacaba con claridad.

Pío Baroja 
Aviraneta o la vida de un conspirador

Enriketa ve un fantasma