"Desde aquí, los grandes reyes celtas, ricos en canciones, genealogías y vasos, veían, al amor de la luz del faro, cómo medraba la hierba en las praderas de Irlanda, la hierba verde, y joven príncipe habría, que por la brisa que la hierba meneaba, conocía que acababa de pasar por aquel praderío una doncella enamorada. Es sabido que para el celta no había ni lejos ni cerca. Treinta días llevaba Claimh navegando, y aún oía el mirlo de la nativa isla de Arran. Y si hacía bocina con las dos manos en la oreja derecha, aún sabía si el mirlo cantaba en la robleda o en los manzanos de la ribera..."
de Alvaro Cunqueiro