22 enero 2021

22 de enero

 (Formias, 22 de enero del 49)

Tulio saluda efusivamente a su querida Terencia y a su dulce hija, así como el hijo Cicerón a su madre y a su hermana.

Es preciso, vidas mías, que examinéis una y otra vez con atención, así lo creo, qué os conviene hacer: si permanecer en Roma, estar a mi lado o bien quedaros en algún lugar seguro. Es ésta una decisión no exclusivamente mía, sino también vuestra.

Así veo las cosas: en Roma podéis quedar a salvo gracias a Dolabela y a un tiempo esta decisión nos puede resultar ventajosa si comenzasen a producirse actos de violencia y saqueos. En cambio, me impulsa en sentido contrario el comprobar que todos los hombres de bien abandonan Roma acompañados por sus mujeres. Además en esta región en la que me encuentro hay tanto poblaciones como villas ligadas a mi persona, de modo que podríais estar acompañándome largo tiempo y, cuando me tuviera que ausentar, quedaríais cómodamente y en una posesión nuestra. Todavía no tengo suficientemente claro cuál de las dos opciones es mejor. Mirad vosotras qué hacen las demás mujeres de vuestro entorno y cuidad no os resulte imposible la huida cuando lo pretendáis. Quisiera que lo examinarais con atención una y otra vez entre vosotras y con las amistades.

Ordenad a Filótimo que disponga defensas y guardias en la casa. Desearía además que organicéis un servicio de correos de confianza para recibir cada día alguna carta vuestra. Pero sobre todo poned cuidado en atender a vuestra salud, si queréis que la nuestra sea buena.

Formias, 22 de enero.

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(Minturnas, 23 de enero del 49)

Tulio saluda efusivamente a sus querida Terencia y a su hija Tulia, sus dos corazones, así como el hijo Cicerón a la mejor de las madres y a la más dulce de las hermanas.

Nosotros estamos bien en la medida en que lo estéis vosotras.

La decisión sobre lo que debéis hacer es ahora vuestra, no sólo mía. Si César piensa ser moderado al entrar en Roma, podéis permanecer con razón por el momento en casa; en cambio, si, en su locura, se dispone a entregar la ciudad al saqueo, me temo que ni el propio Dolabela nos pueda ser de ayuda. Tengo miedo además de que pronto nos quedemos incomunicados de modo que, cuando lo pretendáis, no os sea posible escapar. Queda por considerar, y nadie mejor que vosotras para hacerlo, si permanecen en Roma damas de vuestra condición; en caso contrario, debe mirarse si podéis quedaros con decoro. Lo cierto es que, tal como van por el momento las cosas —y a condición de que podamos retener las zonas que ocupamos—, podréis muy bien o estar conmigo o quedaros en una de nuestras fincas. Está además el temor a que en poco tiempo aparezca la hambruna en Roma. Quisiera que vuestra reflexión sobre todo esto la compartierais con Pomponio, con Camilo y con quien os parezca oportuno. En definitiva, tened buen ánimo.

Labieno ha mejorado nuestra situación. También contribuye Pisón ya que abandona la ciudad e incrimina a su propio yerno.

Vosotras, vidas mías bien amadas, informadme con la mayor frecuencia posible sobre vuestras actividades y sobre los sucesos de Roma. Os saludan los dos Quintos, padre e hijo, así como Rufo. Adiós.

Minturnas, 23 de enero.


Marco Tulio Cicerón

Cartas III. Cartas a los familiares

Frente a la solemnidad y gravedad de sus tratados y discursos, la producción epistolar de Cicerón ha recibido una consideración menor. Sin embargo, el conjunto de cartas (más de ochocientas) que envió y recibió (de las que se han conservado casi un centenar, de autores y estilos muy distintos) puede ser la parte de su legado que el lector contemporáneo sienta más próxima, debido a su viveza y frescura y por el hecho de constituir una fuente excepcional para conocer uno de los periodos más apasionantes de la historia de Roma, el fin del periodo republicano. Por añadidura, Cicerón se nos muestra más íntimamente que cualquier otro personaje del mundo antiguo, pues en ellas consigna su carácter y sus acciones.

Las Epistulæ ad familiares («cartas a sus amigos», aunque la colección también contiene misivas recibidas por Cicerón) fueron conservadas y editadas por el secretario de Cicerón, Tiro. Las 435 cartas se dividen en dieciséis libros y se agrupan por destinatarios. Abarcan un periodo de veinte años, del 62 al 43 a. C., de suma importancia para la historia de la República romana, que se relata con gran precisión y minuciosidad, y resultan (por la gran diversidad de destinatarios y remitentes) muy variadas, con multitud de perspectivas. Las cartas varían mucho en cuanto a contenido, interés y estilo: hay de índole literaria o política e histórica, referentes a situaciones cruciales en la historia de Roma o en la vida de Cicerón, y otras que son poco más que textos formales. Poseen un interés enorme tanto como retrato de la transición de la República al Imperio como por reflejar la rica cultura y vida privada de su autor; junto con las Cartas a Ático (también publicadas en esta colección) son uno de los exponentes fundamentales de la literatura epistolar en toda la literatura clásica.


Setas no comestibles

Setas

21 enero 2021

21 de enero

El dilema de Jackson se publicó y las críticas fueron muy negativas e hirientes. A. S. Byatt fue hasta sarcástica: según su análisis, la última novela de la escritora era un relato «donde ninguna persona tenía su yo y, por lo tanto, ni hay historia ni hay novela».

Apenas un año después de la publicación se le diagnosticó a la autora alzhéimer. Y cada año que pasara, aquel diagnóstico sería cada vez más evidente. La autopsia lo certificó por completo.

Ahora sus novelas no sólo son obras queridas y apreciadas por los británicos (pese a ser irlandesa de origen), sino que algunas de ellas, como Bajo la red, su primera y rompedora novela, o su gran El mar, el mar, suelen aparecer entre los listados de las novelas más estimadas por editores, críticos y lectores en el Reino Unido. Pero, más allá de la literatura, sus obras constituyen también un excelente campo de estudio para entender cómo el implacable y cruel alzhéimer se desarrolla, crece y termina por hacer completamente invisible a alguien, borrando su personalidad primero y, por fin, sus palabras.

La revista Brain publicó el 21 de enero de 2005 un estudio científico donde un grupo de investigadores había digitalizado varias obras de Iris Murdoch, concretamente las tres mencionadas arriba, Bajo la red, El mar, el mar y El dilema de Jackson, para ver si realmente se podía comprobar el impacto de la enfermedad en la escritura de esta autora. Un hecho adicional hacía que este material fuera particularmente valioso para dicho estudio: Iris Murdoch se negaba a que las editoriales le corrigieran nada. Sus novelas tenían que ser publicadas tal y como ella las escribía, no importaba si había repeticiones, oraciones confusas o expresiones poco claras. Las discusiones podían ser enormes, pero su resistencia era numantina. Ni siquiera lo hizo cuando el alzhéimer la devoraba por dentro y cuando le costaba recordar palabras. Aun así terminó una novela completa. Puede que El dilema de Jackson no sea una obra maestra, pero me gustaría ver de qué era capaz una crítica como A. S. Byatt con un alzhéimer creciente como el que Iris Murdoch tenía cuando la escribió.

Pero volvamos a la visita del doctor amigo de la familia de la escritora.

Wilson se sentó con Iris aquella mañana y miraron por la ventana del jardín. Llovía. A Wilson le llamaron la atención los hermosos árboles de aquella nueva casa a la que se habían mudado sus amigos y le preguntó a Iris por el nombre de aquellos árboles. Él apenas sabía nada de botánica.

Iris Murdoch sonrió. Dejó la taza de té sobre la mesa y habló con serenidad.

—Consultaremos a John sobre este importante asunto.

Wilson ni dijo nada ni pensó en nada extraño en aquel momento, no hasta años más tarde, cuando escribía un comentario en Brain sobre el artículo dedicado al avance del alzhéimer en la mente de su amiga Iris Murdoch; en dicho estudio, Wilson confesó que en aquel momento, en aquella conversación aquella mañana de lluvia, se debería de haber dado cuenta: Iris conocía perfectamente todo tipo de árboles y aquella evasiva sólo podía significar que, en aquel instante, ella no era capaz de recordar los nombres de ninguno y, simplemente, no deseaba admitirlo. De hecho, en retrospectiva, Wilson concluyó que Iris Murdoch desarrolló toda una amplia variedad de técnicas para evitar admitir que no era capaz de recordar una palabra concreta en un momento dado. El estudio científico demostró que de novela en novela, especialmente en la última, la escritora había perdido una enorme cantidad de vocabulario, pero que como empezó con un punto de partida tan alto que luego amplió en sus primeras obras hasta picos muy por encima de la media, este margen le permitió mantener su capacidad literaria hasta bien avanzada la enfermedad. No sólo eso, sino que fue capaz de usar la sintaxis y la gramática para explicar con circunloquios palabras que ya no recordaba.

La película Iris, con Kate Winslet como Murdoch de joven y una magnífica Judi Dench como la autora en la última y más dura etapa de su existencia, recrea toda la vida de la escritora. Su marido, John Bayley, escribiría dos libros muy interesantes sobre su vida con Iris Murdoch mientras la enfermedad la iba haciendo desaparecer como ser humano, escritos con la ternura de quien la ha amado como pocas veces se ama a alguien.

Wilson asistió a una de las sesiones de revisión de la que entonces ya era Gran Dama de las Letras Británicas y Dama del Imperio Británico Iris Murdoch. Un médico le enseñó a Iris la fotografía de un animal australiano. Ella sólo tenía que decir el nombre.

Iris sonrió.

—Es esa preciosa criatura que salta.

Santiago Posteguillo 
El séptimo círculo del infierno 
Escritores malditos, escritoras olvidadas

El KGB, el régimen nazi, la Inquisición, las guerras, el FBI, el gobierno chino, el hambre, la pérdida de un ser querido, la enfermedad, el exilio, la censura… Muchos son, en efecto, los infiernos de la literatura a los que se han tenido que enfrentar escritores y escritoras de todos los tiempos. 

¿Cuál es el séptimo círculo de este universo infernal? Para Kipling su infierno fue la muerte de su hija Josephine, y de ese infierno surgió una obra tan vital y esperanzadora como El libro de la selva. Para Imre Kertész su infierno fue ser víctima del holocausto, pero también del desprecio por parte de los suyos. Y de ahí salió Sin destino. Carson McCullers, la gran olvidada, la mejor autora estadounidense del siglo XX, menospreciada por ser mujer. 

Con la elegancia y el tino literario de las obras que homenajea, de los autores y autoras que reivindica, navegando entre viajes, anécdotas, episodios y experiencias propias, Santiago Posteguillo consigue contagiarnos su amor por los libros y en especial por los autores cuyo genio y talento hizo que del infierno salieran con obras que aún hoy nos elevan a los altares.

Setas no comestibles

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