21 junio 2023

Todo ese hermoso paisaje provenzal sólo vive por la luz.

Os escribo desde ella, con la puerta de par en par, y un sol espléndido.

Un lindo bosque de pino, chispeante de luces, baja ante mí hasta el pie del repecho. En el horizonte destácanse las agudas cresterías de los Alpilles. No se oye ruido alguno. A lo más, de tarde en tarde, el sonido de un pífano entre los espliegos, un collarón de mulas en el camino. Todo ese hermoso paisaje provenzal sólo vive por la luz.

Y ahora, ¿cómo queréis que eche de menos vuestro París ruidoso y obscuro? ¡Estoy también en mi molino! Este es el rinconcito que yo buscaba, un rinconcito aromático y cálido, á mil leguas de los periódicos, de los coches de alquiler, de la niebla. ¡Y cuántas cosas bonitas en torno mío! No hace más de una semana que estoy aquí instalado, y tengo llena ya la cabeza de impresiones y recuerdos. Sin más, ayer tarde presencié la vuelta de los rebaños a una masía que está al pie de la cuesta, y os juro que no cambiaría ese espectáculo por todos los estrenos que hayáis tenido en esta semana en París. Y si no, juzgad.

Habéis de saber que en Provenza es costumbre enviar el ganado a los Alpes cuando llegan los calores. Brutos y personas pasan allí arriba cinco o seis meses, alojados al sereno, con hierba hasta la altura del vientre; luego, al primer frescor del otoño, vuelta a bajar a la masía, y vuelta a rumiar burguesmente los grises altonazos que aromatiza el romero.

Quedábamos en que ayer tarde regresaban los rebaños.

Desde por la mañana esperaba el zaguán, de par en par abierto, y los apriscos tenían el suelo alfombrado de paja fresca. De hora en hora exclamaba la gente: «Ahora están en Eyguières, ahora en el Paradón. Luego, de pronto, al atardecer, un grito general de ¡ahí están!, y allá abajo, en lontananza, veíamos avanzar el rebaño entre un grandísimo nimbo de polvo. Todo el camino parece andar con él».

Los viejos moruecos vienen a vanguardia, con los cuernos hacia delante y aspecto montaraz; detrás, el grueso de los carneros, las ovejas un poco cansadas y los corderos entre las patas de sus madres, las mulas con perendengues rojos, llevando en serones los lechales de un día, a quienes mecen al andar; después los perros, chorreando de sudor y con la lengua colgante hasta el suelo, y dos grandísimos tunos de rabadanes envueltos en mantas encarnadas, que les caen a modo de capas hasta los talones.

Todo esto desfila ante nosotros alegremente y se precipita en el zaguán, pateando con un ruido de, chaparrón. Es cosa de ver qué movimiento de asombro en toda la casa. Los grandes pavos reales de color verde y oro, de cresta de tul, desde lo alto de sus perchas han conocido a los que llegan y los acogen con una estridente, trompetería. Las aves de corral, recién dormidas, se despiertan con sobresalto. Todo el mundo está en pie: palomas, patos, pavos, pintadas. El corral está como loco, las gallinas hablan de pasar en vela la noche. Diríase que cada carnero ha traído entre la lana, a la vez que un silvestre aroma de los Alpes, un poco de ese aire vivo de las montañas que embriaga y hace bailar.

En medio de ese barullo, el rebaño penetra en su yacija. Nada tan hechicero como esa instalación. Los borregos viejos enternécense al volver a contemplar sus pesebres. Los corderos, los lechales, los que han nacido durante el viaje y nunca vieron la granja, miran en torno suyo con extrañeza.

Pero lo más conmovedor aún, es ver los perros, esos valientes perros de pastor, atareadísimos tras de sus bestias y sin ver otra cosa sino ellas en la masía. Por más que el perro de guarda los llama desde el fondo de su nicho, y que el cubo del pozo, rebosando de agua fresca, les hace señas, ellos no quieren ver ni oír nada, antes de que el ganado esté recogido, pasada la tranca tras de la puertecilla con postigo, y los pastores puestos a la mesa en la sala baja. Sólo entonces consienten en irse a la perrera, y allí, mientras lamen su gamella de sopa, cuentan a sus compañeros de la granja lo que han hecho en lo alto de la montaña: un paisaje tétrico donde hay lobos y grandes digitales purpúreas llenas de rocío hasta el borde de sus corolas.

Alphonse Daudet

Cartas desde mi molino


Alphonse Daudet (1840-1897) fue un escritor francés mejor conocido por sus novelas y cuentos. Nació el 13 de mayo de 1840 en Nimes, Francia. El padre de Daudet era un fabricante de seda y la familia se mudó a Lyon cuando Daudet aún era un niño. Sin embargo, debido a dificultades financieras, finalmente regresaron a Nîmes.
Daudet comenzó su carrera literaria como periodista, trabajando para varios periódicos y revistas en París. Sus primeros escritos estuvieron influenciados por el movimiento naturalista, cuyo objetivo era proporcionar observaciones objetivas y detalladas de la sociedad. Sin embargo, Daudet luego desarrolló su propio estilo único, combinando elementos de naturalismo, realismo y romanticismo.
Una de las obras más famosas de Daudet es "Lettres de mon moulin" (Cartas de mi molino de viento), publicada en 1866. Esta colección de cuentos describe la vida en Provenza, donde Daudet pasó algún tiempo. Las historias fueron bien recibidas y mostraron la habilidad de Daudet para capturar la esencia de la vida rural con humor y sensibilidad.
Otra obra notable de Daudet es "Tartarin de Tarascon" (Tartarin de Tarascon), publicada en 1872. Esta novela cuenta la historia humorística de Tartarin, un personaje jactancioso y grandioso de la ciudad ficticia de Tarascon. El libro satiriza las actitudes provincianas y el heroísmo exagerado de su protagonista.

Las obras de Alphonse Daudet fueron elogiadas por sus descripciones vívidas, personajes atractivos y comentarios sociales perspicaces. Su estilo de escritura tuvo una influencia significativa en las generaciones posteriores de escritores franceses. Los logros literarios de Daudet continúan siendo celebrados y sus obras se consideran contribuciones importantes a la literatura francesa.

Paisaje

imágenes a partir de textos o fotografías

18 junio 2023

¡qué demonio de pensadores, nunca se cepillan!

 ¡LO QUE SE HAN ASUSTADO LOS CONEJOS! Al cabo de ver tanto tiempo cerrada la puerta del molino, las paredes y la plataforma invadidas por la hierba, habían acabado por creer extinta la raza de los molineros, y hallando buena la plaza, habíanla convertido en algo así como una especie de cuartel general, un centro de operaciones estratégicas, el molino de Jemmapes de los conejos. La noche de mi llegada, sin mentir, había lo menos veinte sentados en corro alrededor de la plataforma, calentándose las patas delanteras en un rayo de luna. Al tiempo de abrir una ventana, ¡zas!, todo el vivac sale pitando y se cuelan por la espesura, enseñando las blancas posaderas y rabo al aire.
Espero que volverán. Otro que al verme se queda muy extrañado, es el vecino del piso primero, un viejo búho, de siniestra catadura y cara de pensador, el cual habita en el molino hace ya más de veinte años. Lo he encontrado en la cámara del sobradillo, inmóvil y tieso encima del árbol de cama, en medio del cascote y las tejas que se han desprendido. Me ha mirado un momento con mis redondos ojos; luego, despavorido al no conocerme, echó a correr chillando. ¡Hu, hu!, y se puso a sacudir trabajosamente las alas, grises de polvo; ¡qué demonio de pensadores, nunca se cepillan! No importa, tal como es, con su parpadeo de ojos y su cara enfurruñada, ese inquilino silencioso me agrada mucho más que otro cualquiera, y no me corre prisa desahuciarlo.
Conserva, como en lo pasado, toda la parte alta del molino con una entrada por el tejado, yo me reservo la planta baja, una piececita enjalbegada con cal, de bóveda rebajada como el refectorio de un convento.

Alphonse Daudet

Cartas desde mi molino


Alphonse Daudet (1840-1897) fue un escritor francés mejor conocido por sus novelas y cuentos. Nació el 13 de mayo de 1840 en Nimes, Francia. El padre de Daudet era un fabricante de seda y la familia se mudó a Lyon cuando Daudet aún era un niño. Sin embargo, debido a dificultades financieras, finalmente regresaron a Nîmes.
Daudet comenzó su carrera literaria como periodista, trabajando para varios periódicos y revistas en París. Sus primeros escritos estuvieron influenciados por el movimiento naturalista, cuyo objetivo era proporcionar observaciones objetivas y detalladas de la sociedad. Sin embargo, Daudet luego desarrolló su propio estilo único, combinando elementos de naturalismo, realismo y romanticismo.
Una de las obras más famosas de Daudet es "Lettres de mon moulin" (Cartas de mi molino de viento), publicada en 1866. Esta colección de cuentos describe la vida en Provenza, donde Daudet pasó algún tiempo. Las historias fueron bien recibidas y mostraron la habilidad de Daudet para capturar la esencia de la vida rural con humor y sensibilidad.
Otra obra notable de Daudet es "Tartarin de Tarascon" (Tartarin de Tarascon), publicada en 1872. Esta novela cuenta la historia humorística de Tartarin, un personaje jactancioso y grandioso de la ciudad ficticia de Tarascon. El libro satiriza las actitudes provincianas y el heroísmo exagerado de su protagonista.

Las obras de Alphonse Daudet fueron elogiadas por sus descripciones vívidas, personajes atractivos y comentarios sociales perspicaces. Su estilo de escritura tuvo una influencia significativa en las generaciones posteriores de escritores franceses. Los logros literarios de Daudet continúan siendo celebrados y sus obras se consideran contribuciones importantes a la literatura francesa.

Paisaje

imágenes a partir de textos o fotografías

11 junio 2023

«Al señor Alfonso Daudet, poeta residente en París, aquí presente y aceptante».

«ANTE MÍ, HONORATO GRAPAZI, notario residente en Pamperigouste, ha comparecido:

El señor Gaspar Mitifio, marido de Vivette Cornille, vecino del lugar llamado de los Cigarrales y habitante en él.

El cual, por el presente, vende y transfiere con todas las garantías de derecho y de hecho, y libre de toda clase de deudas, privilegios é hipotecas, «Al señor Alfonso Daudet, poeta residente en París, aquí presente y aceptante».

«Un molino harinero de viento, sito en el valle del Ródano, en pleno riñón de la Provenza, sobre una ladera poblada de pinos y carrascas; estando el susodicho molino abandonado hace más de veinte años é inútil para moler, por efecto de las vides silvestres, musgos, romeros y otras hierbas parásitas que trepan por él hasta las aspas».

«Eso no obstante, tal como es y está, con su gran rueda rota, y la plataforma con hierba crecida entre los ladrillos, el señor Daudet de clara encontrar el susodicho molino de su conveniencia y apto para servir en sus trabajos de poesía, lo acepta de su cuenta y riesgo, y sin recurso alguno contra el vendedor por causa de las reparaciones que en él pudieran hacerse. La venta es al contado y mediante el precio convenido, que el señor Daudet, Poeta, ha sacado y puesto sobre la mesa en dinero contante y sonante de ley, el cual precio ha sido cobrado y guardado por el señor Mitifio; todo ello a vista de los notarios y testigos infrascritos, de lo cual se extiende carta de pago con reserva».

«Contrato elevado en Pamperigouste, en el estudio de Honorato, en presencia de Francet Mamaí, tañedor de pífano, y Luiset, apodado el Quique, portador de la cruz de los penitentes blancos».

Alphonse Daudet

Cartas desde mi molino



Alphonse Daudet (1840-1897) fue un escritor francés mejor conocido por sus novelas y cuentos. Nació el 13 de mayo de 1840 en Nimes, Francia. El padre de Daudet era un fabricante de seda y la familia se mudó a Lyon cuando Daudet aún era un niño. Sin embargo, debido a dificultades financieras, finalmente regresaron a Nîmes.
Daudet comenzó su carrera literaria como periodista, trabajando para varios periódicos y revistas en París. Sus primeros escritos estuvieron influenciados por el movimiento naturalista, cuyo objetivo era proporcionar observaciones objetivas y detalladas de la sociedad. Sin embargo, Daudet luego desarrolló su propio estilo único, combinando elementos de naturalismo, realismo y romanticismo.
Una de las obras más famosas de Daudet es "Lettres de mon moulin" (Cartas de mi molino de viento), publicada en 1866. Esta colección de cuentos describe la vida en Provenza, donde Daudet pasó algún tiempo. Las historias fueron bien recibidas y mostraron la habilidad de Daudet para capturar la esencia de la vida rural con humor y sensibilidad.
Otra obra notable de Daudet es "Tartarin de Tarascon" (Tartarin de Tarascon), publicada en 1872. Esta novela cuenta la historia humorística de Tartarin, un personaje jactancioso y grandioso de la ciudad ficticia de Tarascon. El libro satiriza las actitudes provincianas y el heroísmo exagerado de su protagonista.
Las obras de Alphonse Daudet fueron elogiadas por sus descripciones vívidas, personajes atractivos y comentarios sociales perspicaces. Su estilo de escritura tuvo una influencia significativa en las generaciones posteriores de escritores franceses. Los logros literarios de Daudet continúan siendo celebrados y sus obras se consideran contribuciones importantes a la literatura francesa.

Paisaje

 imágenes a partir de textos o fotografías

07 junio 2023

El impostor inverosímil Tom Castro

El impostor inverosímil Tom Castro


Ese nombre le doy porque bajo ese nombre lo conocieron por calles y por casas de Talcahuano, de Santiago de Chile y de Valparaíso, hacia 1850, y es justo que lo asuma otra vez, ahora que retorna a estas tierras —siquiera en calidad de mero fantasma y de pasatiempo del sábado. El registro de nacimiento de Wapping lo llama Arthur Orton y lo inscribe en la fecha 7 de junio de 1834. Sabemos que era hijo de un carnicero, que su infancia conoció la miseria insípida de los barrios bajos de Londres y que sintió el llamado del mar. El hecho no es insólito. Run away to sea, huir al mar, es la rotura inglesa tradicional de la autoridad de los padres, la iniciación heroica. La geografía la recomienda y aun la Escritura (Salmos, 107): Los que bajan en barcas a la mar, los que comercian en las grandes aguas; ésos ven las obras de Dios y sus maravillas en el abismo. Orton huyó de su deplorable suburbio color rosa tiznado y bajó en un barco a la mar y contempló con el habitual desengaño la Cruz del Sur, y desertó en el puerto de Valparaíso. Era persona de una sosegada idiotez. Lógicamente, hubiera podido (y debido) morirse de hambre, pero su confusa jovialidad, su permanente sonrisa y su mansedumbre infinita le conciliaron el favor de cierta familia de Castro, cuyo nombre adoptó. De ese episodio sudamericano no quedan huellas, pero su gratitud no decayó, puesto que en 1861 reaparece en Australia, siempre con ese nombre: Tom Castro. En Sydney conoció a un tal Bogle, un negro sirviente. Bogle, sin ser hermoso, tenía ese aire reposado y monumental, esa solidez como de obra de ingeniería que tiene el hombre negro entrado en años, en carnes y en autoridad. Tenía una segunda condición, que determinados manuales de etnografía han negado a su raza: la ocurrencia genial. Ya veremos luego la prueba. Era un varón morigerado y decente, con los antiguos apetitos africanos muy corregidos por el uso y abuso del calvinismo. Fuera de las visitas del dios (que describiremos después) era absolutamente normal, sin otra irregularidad que un pudoroso y largo temor que lo demoraba en las bocacalles, recelando del Este, del Oeste, del Sur y del Norte, del violento vehículo que daría fin a sus días.
Orton lo vio un atardecer en una desmantelada esquina de Sydney, creándose decisión para sortear la imaginaria muerte. Al rato largo de mirarlo le ofreció el brazo y atravesaron asombrados los dos la calle inofensiva. Desde ese instante de un atardecer ya difunto, un protectorado se estableció: el del negro inseguro y monumental sobre el obeso tarambana de Wapping. En setiembre de 1865, ambos leyeron en un diario local un desolado aviso.
EL IDOLATRADO HOMBRE MUERTO
En las postrimerías de abril de 1854 (mientras Orton provocaba las efusiones de la hospitalidad chilena, amplia como sus patios) naufragó en aguas del Atlántico el vapor Mermaid, procedente de Río de Janeiro, con rumbo a Liverpool. Entre los que perecieron estaba Roger Charles Tichborne, militar inglés criado en Francia, mayorazgo de una de las principales familias católicas de Inglaterra. Parece inverosímil, pero la muerte de ese joven afrancesado, que hablaba inglés con el más fino acento de París y despertaba ese incomparable rencor que sólo causan la inteligencia, la gracia y la pedantería francesas, fue un acontecimiento trascendental en el destino de Orton, que jamás lo había visto. Lady Tichborne, horrorizada madre de Roger, rehusó creer en su muerte y publicó desconsolados avisos en los periódicos de más amplia circulación. Uno de esos avisos cayó en las blandas manos funerarias del negro Bogle, que concibió un proyecto genial.

Paisaje

imágenes a partir de textos o fotografías

01 junio 2023

Curiosidades sobre el chocolate. «Chocolates Escobedo, lo mejor del mundo entero»

 Entre las múltiples historias que se cuentan respecto a la comercialización en España del chocolate, merece la pena detenerse en la de un tal Escobedo, quien tras aprender en La Española el método de refinamiento del zumo de caña azucarera, parece que fue el primero, o al menos uno de los primeros, en elaborar chocolate con azúcar refinado, canela y ajonjolí de Castilla. Con la masa caliente fabricaba unas tabletas de masa que desleía en leche caliente, en lugar de agua, para dar mayor dulzor y espesura al preparado. Pero lo verdaderamente curioso es que este innovador empresario chocolatero introdujo en España su producto, entre finales del siglo XVI y principios del XVII, envuelto en una hoja con ilustraciones, que hizo imprimir en la ciudad de México, con un lema o eslogan comercial que decía: «Chocolates Escobedo, lo mejor del mundo entero», y un texto en el que se podía leer:
Es el chocolate Escobedo desayuno y merienda ideal. Calentito y a la taza, ayuda a gastar las flemas que de la cena quedaron en el estómago, extirpando la ventosidad y malos humores, y a quebrar la piedra de los riñones, provocando el menstruo y la orina. Si lo toma la mujer estéril, se hace preñada, si lo toma la parida, tiene sobrada leche, si lo toma el melancólico, conforta el hígado, si el hidropésico, seca el humor seroso. Chocolate Escobedo es golosina que es medicina.

Dejando a un lado las alegrías de los supuestos usos terapéuticos, naturalmente redactados en el tono y en la medida de los conocimientos científicos de la época (aun directamente influidos por los postulados de Galeno), llama poderosamente la atención el inicio y el final del texto. El primero es tal cual el eslogan de Cola-Cao y el último la referencia publicitaria de la Quina Santa Catalina, ambos de mediados del siglo XX. Parece que las «intertextualizaciones» no son solo cosa de estos tiempos.

Miguel Ángel Almodóvar

Eso no estaba en mi libro de historia de la cocina española

Campo de lavanda

martiusmart_a_watercolor_illustration_of_a_man_walking_through__ea4aa93a-7731-45f1-b753-0917359be4a6 (2)

21 de noviembre

  El   21 de noviembre   de 1975, Buenos Aires empezó siendo una mañana fría, soleada, menos húmeda que de costumbre. Como todos los viernes...